Te aguardo
en cada esquina donde
no puede esta congoja
hallar rastro del tiempo.
Allí con la sabiduría
y tenacidad inerte
de la piedra, suelo
abandonado, esperarte.
Si alguien pudiera
alcanzarme su mano
tan solo para enjugar este
cansancio, será dádiva de rocío.
Qué más se puede esperar
cuando ya todos, te abandonan
sin razones ni justificaciones, es mejor
pulverizar tu sombra y huellas heridas.
Después de las cordilleras
es posible en la pendiente
seguirán a raudales huyendo
las últimas esperanzas lluviosas.
Quédate allí, inmóvil
de cara al infinito
con tu epidermis al viento
y tu voz libre, cantando, gritando.
Orlando Ordóñez Santos
No hay comentarios:
Publicar un comentario