La guitarra tiene alma de una niña de ojos claros
y corazón de gitana lo lleva en sus zapatos;
en su caja guarda un nido de gorjeos
y vuelan sus pajarillos cuando la acaricia Diego.
La tonada es una fuga de nostálgicos deseos
se van volando las penas con las falsetas de Diego;
tiene alma de mujer y sufre celos la guitarra
al contacto de otras manos que se crispan como garras.
Cada cuerda, es carne viva, y se retuercen enronquecida
desde las manos de Diego van estertores suicida;
es la queja desgarrante de la mimada guitarra
él la acaricia con mimos como si fuera su amada.
La queja desgarrante de la trágica guitarra
es la que guarda en su alma la mujer desengañada;
esas cuerdas son las canas de su frente fatigada
que se siente muy coqueta en sus manos refugiada.
Ya sólo va quedando el eco de su risa de coqueta
en las manos temblorosas de un romántico poeta;
que sigue recordando a Diego, cuando nadie lo recuerda
y lo lleva en sus poemas como su mejor bandera.
En sus manos lo protege y lo muestra
para que nunca se olvide a Diego y sus falseta;
que se afincó en el Gastor, en ese pueblo de la sierra,
y luego se fue a morir a Morón de la Frontera....
RAFAEL CHACÓN MARTEL
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