EL LLANTO DE MANOLA
Irreflexivas
bellas jóvenes danzan en la fotografía
y despiertan sueños dormido
(sueños de danza y de vino)
y el llanto de Manola
solamente quedaron las fotografías
como monólogo arcaico de su juventud.
LA NOCHE DE PEDRO PÁRAMO
Silencia el trueno amordazado en el árido desierto,
la noche macilenta
aprisionada por las violentas gárgolas del rencor, arquea.
Noche que alimenta sombras, matriz de espectros
que deambulan por la árida tierra de los muertos.
Noche disfrazada de efigie de proa
náufraga en angustiados alfabetos.
(El abismal relato de Juan Rulfo penetra en los oídos
y en el alma,
mientras falanges descarnadas excavan remembranzas.)
Nada se mueve en lontananza.
Nada se mueve en esa noche sin estrellas.
Noche de niños muertos
enterrados en cajones blancos con arabescos.
Noche deshabitada – sin esperanzas, muerta,
casi un contorno de casas en penumbra,
las puertas aúllan y agrietan lúgubres sombras.
Sucumbe, verticalmente, la noche e impulsa el viento
que arremete contra ese pueblo polvoriento y olvidado,
trancado entre paredes de espectros y de traumas.
Pedro Páramo acecha nuestros pasos
con sus ojos crueles nos transforma en monolitos de piedra
y quedamos como estatuas avasalladas, inertes,
en el árido desierto de Comala.
Isabel Furini -Brasil-
Publicado en Suplemento de Realidades y ficciones 77
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