lunes, 2 de julio de 2018

EL ABOGADISMO


 (Fragmento del artículo de 1911 El Abogadismo)

     La cosa de más bulto, la más gorda que atrae mis irresistibles ojos en el campo de nuestras actualidades, es la lista, que publica no recuerdo qué periódico, de aspirantes a ir a la cárcel o a morirse de hambre ejerciendo la infausta carrera de abogado.
     Son miles, son innumerables como las arenas del desierto los tales aspirantes. Y surgen como enjambres, como docenas de zumbadores enjambres, de todas partes: de Manatí, de Utuado, de Humacao, de Caguas, de Aibonito, de Hormigueros, de Cerro Gordo, etcétera, etcétera.
     No hay pueblo ni barrio, ni monte ni llano de Puerto Rico que no registre un caso, o dos, o cien, o mil, de esta terrible plaga de abogadismo o abogaditis que padecemos.
     ¿A quién vamos a defender, Dios mío, cuando no haya clientes, cuando todo el mundo se haya hecho abogado? Creo que no vamos a tener más remedio que devorarnos los unos a los otros, si antes, por caridad y por precaución, no nos echan bola como a los perros.
     Y no se vea en esto que voy escribiendo el menor asomo de prejuicio o mala voluntad contra los llamados abogados prácticos. Para mí en las profesiones, como en todo lo demás, lo único que hay que considerar es el hombre.
     Tan burro se puede ser ejerciendo una profesión mediante un arrogante título universitario, como mediante una modesta licencia del Supremo. La cuestión es la competencia, y ésta ya se sabe que no depende de los libros, ni de la escuela, ni de los maestros, sino de la vocación y capacidad del que estudia.
     Lo alarmante no es, pues, como se ha querido hacer creer hasta ahora, que sea más o menos fácil proveerse de un título y que sea más o menos probable la falta de conocimientos en algunos que ejercen la ingrata carrera. Lo alarmante es la abundancia, la pavorosa abundancia de los del oficio.
     Aunque todos fuéramos más sabios que Lepe, siempre constituiríamos un peligro para nosotros mismos y para los demás, abundando tanto como abundamos. ¿Qué se proponen esas legiones de jóvenes que se presentan diariamente a examen? ¿Tienen madera de mártires y buscan como medio de expiación el ayuno?
     Pero si son mártires y quieren ayunar ¿para qué necesitan una licencia o título? Y si no son mártires que buscan el ayuno, ¿qué son y qué buscan? Cada vez me lo pregunto más y lo entiendo menos.
     Habiendo como ya hay en cada manzana de cada calle de cada pueblo un grupo de abogados, y creciendo como crece el número de estos nuevos héroes cada día, lo lógico sería que los de fuera se santiguaran de espanto, y que los que estamos dentro, porque así le plugo a la cochina suerte, empezáramos a sentir cierta verguenza de ser abogados. Pero como en este estrafalario mundo la lógica es lo menos que priva, lejos de santiguarse nadie, todo el mundo parece aquejado de tal fiebre de abogadismo, que pronto va a ser tan difícil dar por ahí con un profano, que cada vez que ocurra este caso estupendo las gentes sentirán el mismo asombro que sentimos hoy presenciando los vuelos de un aeroplano.
     Si esta pasmosa y nunca vista abundancia fuese de pintores o de poetas o de músicos o de filósofos o de sabios, menos mal, que estos al fin y al cabo algo traen, algo añaden de bondad y de belleza a la vida. Pero ¡Dios mío!, son abogados, nada más que abogados, abogados notarios, hombres de código, máquinas de reglamentación, instrumentos de poda que de un apacible y delicioso valle hacen un predio rústico y de una tortuosa y romántica vereda que serpentea hasta perderse en el misterio de un bosque... ¡horror!... ¡una servidumbre de paso!
     ¡Señor mío Jesucristo! Si en esta tierra sin ventura hemos de tener todos un mismo oficio, haz que todos nos volvamos poetas, músicos, filósofos; haz que nos volvamos locos o seamos bandidos, o que caigamos en el canibalismo o que a todos nos lleve el demonio. Pero, ¡de rodillas te pido Dios mío, que no nos dejes volvernos abogados!

Publicado en el blog nemesiorcanales
Compartido por Osvaldo Rivera

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