ANTOJOS
De tiempo en tiempo,
cuando la soledad se cuela
en mi mochila
tengo ese antojo
añejo,
repetido,
de verte sorber el café
en una tarde de martes.
¡Doce años es tanto tiempo!
Vos estarás más o menos igual:
con otra arruga al hombro
y una familia que crece. Yo
debo estar más alta,
más madura,
más comprometida,
más previsora. Pero me
acuerdo y tengo ganas
de ese ciclo
que hemos incumplido vos y yo.
Se me antoja repetirte
que te agradezco los años,
la intimidad
y el proyecto de volver
por el último café
a Montevideo.
FEDRA
Me rindo.
Rindo mi cuerpo, ni nombre,
mi concavidad y mis brazos.
Me declaro necia y sedienta
de una única noche
contigo.
Y me da igual la desidia, el deber
o los hijos. ¿No ves que no puedo
pensarte de otro modo
que no concierna quererte con
esa locura
adolescente que visitaste en mí
hace ya mil años?
Y cada día se me olvida
confesarte que te quiero, o te quise;
ya no sé.
Pero me rindo: ante tu juego, tu mano,
tu deseo. Mi capricho. Si lo quieres.
Si me quieres.
Y no entiendo por qué te empeñas
en negarme la única verdad
que guardaría mi cordura.
Me rindo: vencerás las cien veces
que decidas condenarme.
Se inclina ante ti mi obsesión, mi
amor, la ternura que puedo ofrecer
a tus caricias profanas. Una única vez.
La última, si lo quieres.
Si me quieres.
Jimena Antoniello Ligüera -Uruguay-
Publicado en Suplemento de Realidades y ficciones 77
No hay comentarios:
Publicar un comentario