Antes de ser silencio
fui textura de un agua cristalina,
y el vuelo de algún pájaro sediento.
Tenía una marea de ternura en los labios,
y unos ojos mirando al frente
por encima de todas las heridas.
He aprendido a mirarme en el espejo,
a ver mi tatuaje de palabras escritas
en instantes de un tiempo sin minutos,
y respirar un aire de silencios.
He aprendido a no verme,
pero no me acostumbro
a no escuchar la voz de mis recuerdos.
Ana Villalobos Carballo (Sevilla)
Publicado en la revista Aldaba 25
No hay comentarios:
Publicar un comentario