¡Soy yo muerte que anuncia el día!
más fácil es morir rugiendo la noche.
Acaba ya este llanto en las piedras de mi falso rostro,
estalla entre las manos inertes y el verbo de la boca
rumiando cieno.
Acaba con mi servidumbre.
Acaba falso vacío,
dulce a quemarropa.
Acaba pintando los labios de rímel o de carmín desteñido.
Me comprimes la suma y la resta,
me comprimes la falsa modestia que me ampara.
Y yo, me desvirgo con la soledad en la cama
rozando el cuerpo con la fiebre y el óbito
entre mis carnes.
ISABEL REZMO -Úbeda-
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