“Hay aves en mi isla relucientes
y pintadas por ángeles pintores”
Gloria Fuertes
Frente a las ortigas en las manos,
la anatomía de los bosques,
la etimología de los ríos,
la onomástica de los anónimos
o la razón arbitraria de las primeras voces.
Llegar, por ejemplo,
a Tierra de Fuego,
al lugar del silencio hecho hielo,
al lugar que resbala de todos los mapas.
Avanzar hasta Isla Decepción
y encontrar en sus cenizas,
motivos para la Esperanza.
Descubrir, en las oquedades
que cobijan los tránsitos
y los preludios,
en los enredos de las raíces
de cualquier tronco enfermo,
la oportunidad de un canto recién nacido,
el bálsamo para las llagas.
Declarar como patrimonio
los caprichos orográficos,
la añoranza por los charcos,
los lirios en la vista,
los paisajes de la memoria,
la geología de los afectos,
la inmensidad microscópica del mundo
hecho día.
Instalarse en cada palabra,
en cada adjetivo,
en cada gesto;
instalarse en el brote primero
de cada interjección.
Recuperar la extrañeza del asombro.
Acoger, como quien no quiere la cosa,
las palabras acostumbradas,
liberarlas de las rutinas
y deshacerlas
fundidas
en el viento de los tiempos.
LOLA CRESPO RODRÍGUEZ -Sevilla-
Publicado en Luz Cultural
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