viernes, 3 de abril de 2015

AQUELARRE


La noche abre sus fauces absorbentes,
es la hora de los brujos; la campana,
que sólo ellos escuchan, los hermana
sobre el campo desierto, procedentes

de poblados y aldeas, cuyas gentes
bisbisean en su habla cotidiana,
si algo ven, al cerrar cada ventana
y atrancar cada puerta, displicentes.

Preside la reunión macho cabrío,
bajo cuyo disfraz el poderío
del príncipe del mal se corrobora.

Y cada cual, en prueba de fe ciega,
besa sus genitales, y se entrega
a frenética orgía hasta la aurora.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -In memoriam-

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