A Guillermo Carnero
A los hombres del dieciocho
mi generación
no les debe nada.
Escritores en prosa
y de un solo poema:
de una página
grande.
Mi generación
no les debe nada.
Nada a Nicasio Cienfuegos,
autor de una Alabanza
a un carpintero llamado
Alfonso, muy rara.
Mi generación
no leyó las Cartas
de Cadalso, no jugó
con ellas; ni debe nada
al gran Meléndez ni a Jovellanos:
no pasó por Salamanca.
Mi generación
dio pasos sin tierra, sin leer
la elegía más hermosa
donde llanamente habla
la melancolía,
y el dolor por la patria
perdida, sin patriotismo
ni más artificio que
los topos de la retórica clásica.
Suspiros de un refugiado
español, en Francia.
Leandro Moratín.
Mi generación
nada le debe al siglo
de prosa didáctica.
Hubo de tocarle un rayo
en la espalda
para recibir su herencia
con las manos vacías.
Cuando echó en falta
una prosa contenida
por la verdad de la poesía,
dar razón de las cosas que nos pasan.
Cuando necesitó
tener lista una piedra
serena
para arrojar al agua
del río turbio
de un país
del que huyó el sueño,
y al que le quedaron
solamente los monstruos.
Un orden sin sosiego, paz que es guerra,
presente, indignación; esperanza
temor; justicia, robo;
política, avaricia privada.
Juventud, pobreza; tesoro, deuda,
juventud, la edad
inactiva del hombre,
“Juventud, divino tesoro”
prosa
profana
porque se va;
vejez, cargada
de trabajos,
democracia robada,
hoy indigno, ayer dormido,
mañana, pasado mañana.
Del libro Cancionero y rimas burlescas. Cancionero de Acedo de
Andrés Acedo
Publicado en la revista Ágora digital 3
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