Cuando el sol palidece
y hay un juramento
de lluvia cercana,
cuando los vientos
se aferran a las manos
y no dejan caer al agua...,
cuando, al fin, una breve gota,
parece bañarnos la cara,
la vida se viene abajo,
nos atropella
y nos desarma.
La razón,
conocedora
de la espada de Damocles,
nos derrama
por las lindes de ese deseo que,
a pesar de todo,
nunca se acaba.
Sólo cabe esperar,
esperar pacientemente,
respirar
y volver a componer
nuestro mañana.
Julio García del Río,
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