En una sala dominada por la presencia de una enorme pantalla, un hombre y una mujer de aspecto cansado repasan infinidad de datos en sus tabletas de última generación. En la gran pantalla se superponen varias ventanas de videoconferencia enlazando con los mejores expertos del FBI, Interpol,
Europol y otras agencias de seguridad que se han unido a la búsqueda de los culpables de la mayor ola de crímenes de la historia.
—No hay duda que son terroristas. — exclama por milésima vez, un agente del FBI, con aspecto demasiado militar, en una de las ventanas de videoconferencia.
—No hay nada que haga pensar en eso. —murmura una joven hindú, de aspecto frágil y enormes ojos negros, poseedora de un coeficiente intelectual que casi la sitúa fuera de la escala humana.
—Todas la victimas son políticos, grandes empresarios, directivos de bancos. Es un ataque a la democracia. Son terroristas antisistema. —dice en tono pausado el director de Scotland Yard, viste un traje caro de dudoso gusto.
— El único punto en común es que todas las muertes fueron provocadas directa o indirectamente por un fallo informático. —comenta un cincuentón todavía en forma, desde el Caltech. Nosotros somos los responsables, pero no los culpables.
—Silencio, por favor. —brama el director de Interpol, intentando acallar a todos. —Explique inmediatamente que quiere decir con eso.
—Hace una semana, nuestro prototipo de inteligencia artificial escapó a nuestro control en el laboratorio. Desde entonces se han sucedido los asesinatos.
—Eso explica muchas cosas. — murmura la joven hindú con expresión soñadora. —Como que todas las victimas sean políticos deshonestos, dirigentes de empresas de armamento o banqueros envueltos en grandes casos de corrupción, entre otros.
Víctor M. Valenzuela (España)
Publicado en la revista digital Minatura 121
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