VALLEJO, APARTA DE MI ESTE CALIZ
He decidido que hoy sea un día feliz,
con azules y caracoles en la daga del verso.
El mito está en la transparencia del manantial.
No son míos los brotes del odio en el otoño.
Soy de la memoria lenta del agua y sus ágiles tributos
como de la ociosa noche ordenando las huellas:
las dos en la misma mesa que inaugura la sed.
No nos cobren las tenaces grietas del sueño,
no estaba cuando la simiente se abría a la lluvia
y en la alta boca del viento gemía el recuerdo.
Al fin, quebrados la pasión y el indulto de la voz,
se alzan las copas por los ciervos de la anunciación.
¿Puede el lector exigirle al día su roca textual?
Las apuestas del alba fueron testamentos vacíos,
prisión feliz, cuentas para el notario del vino,
visiones de aquel que anda exiliado en sí mismo.
De veras, en el augurio la luz cifraba el despertar,
a un mismo tiempo fueron la tarde y la mañana,
el éxodo abría las aguas llorando en el poyo del verso;
por respirar, los magos traían la estrella del porvenir:
ese navío del heraldo y la fe a un mismo tiempo.
Espantoso es saber que en cada intento
cierras una ausencia que ni la muerte abre.
¿Por qué estar ganando cualquier meta
si en tu mar la carrera del tilo y la siesta no existen?
¿Quién puede darme lo que me quita el futuro?
Desierto deseado,
paso que insulta al horizonte,
caminos firmes y creíbles,
rosa del jardín sensorial,
migraciones, brusco signo,
extraviado oro al oeste del ser,
ángel mío, tristeza a solas.
Creer es la rapsodia de la emoción.
El poeta es el veedor del futuro en el pasado,
de su sangre en la generosa palabra que vuelve;
predicador en la aldea del alma,
misionero de la mirada.
La ruptura del fin de la tarde.
Escribir para salvar los nobles retoños del té nocturno
que vives en el empeño de la inútil distancia
y volver sea así la divisa del almendro familiar.
Aborigen la flecha dispersa del humo.
Humo-adjetivo. Humo-símil. Humo-olor a tomillo
y a cocina en las manos de la madre.
Versos escritos en las jornadas sutiles del libro
y su acento plural, plagiado por el sol, en sucesivas
noches.
¿Qué son los clásicos si a tu puerta toca un extraterrestre?
También así eres el guardián en el trigal.
Julio Verne sentado al lado de la chimenea
se imagina a sí mismo y a dos ríos en una parodia.
Tener a qué asirnos sin la flor de Coleridge,
es el más pobre inicio para graduar el aliento.
Guardián del libro, escucha la oración de la luz,
no dejes de cortar el sudor en trozos de sombra
y paciente pan.
Así el mantel no sentirá el peso del silencio.
Al mediodía, puedes imaginar una buena velada,
seguir creyendo en el arco iris y la discreta flauta.
Unos versos pueden cambiar el estado del alma,
como un rayo de sangre, hacer que el sol salga y se
ponga en la mirada.
Y nadie sabe decir por qué.
AUTOR: Pepe Sánchez. Miembro de la Unión de Escritores
y Artistas de Cuba (UNEAC). Presidente de
la Unión Hispanoamérica de Escritores (UHE) por
Cuba.
Publicado en la revista Estrellas Poéticas
lunes, 23 de enero de 2012
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