NI PERSA NI MONTÉS
Ni persa ni montés,
urbano y callejero.
El gato que yo fui.
Aquel gato, mi gato,
que sembró de ternura,
por causa de tu amor,
su pobreza y maulló
sentidos madrigales,
inspirados en tu lindo hociquito.
Sí, mi gata, por ti creí
en los cirros rojos,
en los pozos azules
y en el agua traslúcida.
Creí en los ruiseñores
y creí en la poesía,
contra viento y marea
y el imperio sin alma del dinero.
Ni persa ni montes,
fui un gato feo, asimétrico,
hosco y algo destartalado.
Fui como fui, fui un gato,
mi gata, y te amé hasta el extremo,
sin jamás exigirte
simulacros de amor
y sonrisas fingidas.
POETA-GATO
Aquel poeta-gato que yo fui
creía en la luna llena
y en los cuentos de hadas,
pues los gatos-poetas
son doblemente gatos
desde el trasfondo hipnótico
de sus locas miradas.
Rimaba el poeta-gato
su sombra con alondra
prendado de su gata
y, por su gata,
gozando por instantes
del reino de los reinos,
en donde reina y reina
el amor gata en celo
de la suspensa orquídea
felina y bellamente enamorada.
Aquel poeta-gato que yo fui,
que fui yo un poeta-gato,
rendido ante su gata
se inventaba a sí mismo
y a su gata inventaba.
JUAN CERVERA SANCHIS -México-
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Hace 7 horas
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