En el después estoy
Voy más allá de todo, sin intentos,
dejando atrás objetos y personas
que llamaron en mí con sus nudillos
de promesas etéreas. Mis alforjas,
llenas de ausencia, tienen
ligero el peso, ráfagas o sombras.
Ni siquiera me frenan las palabras;
me las conozco todas de memoria,
y ya no tienen fondo ni matices,
son hojas secas sobre las baldosas,
que al ser holladas, lanzan un gemido
de piel sin músculo, y se desmoronan.
Años atrás, cuando ávido escuchaba,
y era mi fe asequible a la redonda,
me detenía al pie de las tertulias…,
y aprendí a despreciarlas, por tediosas.
Pero un día, un susurro,
gentil, como zureo de palomas,
se adueñó de mi espíritu,
me arrebató hasta el borde de su boca.
Era como si un círculo de bronce
me aislara de otras súplicas sonoras.
Mi alma creyó. Qué religión de fuego
encendió en mis entrañas ceremonias.
Y cómo el cuerpo, en cada sacrificio,
repetía los cantos, las estrofas,
de la víctima ardiendo,
sobre las llamas, en altar de rosas.
Everest de sentidos y armonía,
romper el sueño a la primera aurora,
torrente de trombones,
mar de violines en que el alma boga.
Hubo un antes, vacío, prolongado,
y un después, apagadas las antorchas.
Y en el después estoy, ya sin intentos.
Más allá de las luces, en la sombra.
Pasos en la noche
Oigo en el centro de la noche el paso
de pies apresurados. Se me llena
la mente de preguntas. En la escena,
tacones de mujer, traje de raso.
¿Sola por las callejas? Alzo el vaso
como en brindis. ¿Por quién? Mujer morena,
gesto triunfal, al viento la melena.
¿Será un revés mi soledad, acaso?
Cruza frente a mi puerta con el porte
seguro de quien sabe que su norte
se halla en su dirección. ¿Cuál es el mío?
Se aleja decidida. Ya no escucho
sino las dos en mi reloj. No es mucho.
La una pasó de largo. Qué vacío.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Angeles-
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Hace 1 día
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