Dejad que este viento del este se enrosque en mi cuerpo
y elimine mis nostalgias, viento del este, salino,
vienes atravesando montañas, de castaños y pinos.
Saliste recién lavado de la mar,
fresco como una rosa, pero al llegar a mí,
-ya eras otra cosa-.
Ya venías caliente y malhumorado,
y te dije: entra, entra en mi casa y mi huerta,
y límpiame el esquimo de los grises olivos.
Suena con sed de espacio
en esos días largos de mayo
cuando limpia la flor del cerezo, el olivo y el manzano.
Viento del este, levante o solano, por eso:
-algunos dicen, que eres el amigo del hortelano-.
Tan intenso y libre, que la respiración,
que ahora es deseo, me salve, -ven-.
Que dejaste una huella tan profunda en mi ser,
cuando era niño, de la cual
jamás he podido librarme...
Cuán a fondo me asaltas y me enseñas
que eres mi dueño y como tal, me dominas;
a vivir y a olvidar.
Tú, con tu clara música y tu poderío,
me enseñas el camino a seguir...
Pero me fui tan lejos, ya estoy en otro mundo,
muy lejos de ti, fuera de tus garras...
RAFAEL CHACÓN MARTEL
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