Mis ojos, encendidos con la blancura de tu piel,
siguieron tu ruta desde tu cabeza hasta tus pies.
Se sumergieron en la laguna de tus ojos y
encontraron el reflejo de mi alma en su mirar.
Se detuvieron en la curvatura de tus labios al sonreír,
...y los besó
y olió el perfume de tu pelo que cae sobre tus hombros,
…y los mordió.
Se entretuvieron en las colinas de tus pechos
…y se sonrojaron
y unas lágrimas de dicha… los acompañaron.
Deseaban tener mil manos para acariciarlos.
Y así fueron bajando en esa ruta deliciosa,
para encontrarse en tu ombligo.
Allí descansaron, reposaron las pupilas y
los párpados se cerraron como para sentirlo mejor.
¡Oh la dicha! ¡Océano de placer!
Como río que fluye presuroso,
mis ojos alcanzaron ese "Delta"
que los llenó de dicha y entre locos delirios y
sedientos de vos, contemplaron tu paisaje,
como un prisionero ve el amanecer.
¡Oh, los ojos enamorados!
¡Oh, los ojos encantados!
que recorren la ruta deliciosa
del completo paisaje de tu cuerpo.
José Luis Agurto Zepeda -Nicaragua-
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