Tomando un café
en compañía de mi soledad
arrugaba un viejo folio
que hablaba de amor,
y recordaba sorbo a sorbo
cuan estúpida puede ser,
una espera incierta y eterna
de algo, que ahora recuerdo, nunca fue,
con la taza entre las palmas,
calentando mis manos heladas,
miraba al folio en la papelera,
sonriéndole socarronamente,
al fin y al cabo,
una vida no se escribe sola,
y yo nunca pretendí escribirla,
aunque a veces, si desclavo alguna espina,
un último sorbo al café,
me doy cuenta, que ya está frío,
igual que un amor sin llama,
sin pasión pierde el calor, y muere,
aunque he de reconocer
que queda en boca el sabor,
y en nariz, el aroma,
las manos, ya no están heladas,
como el buen vino,
el amor tiene su principio,
sus fases y siempre hay un final,
pero nos queda el placer, de haberlo bebido.
Angel L. Alonso
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