Relojes
Más que la hora nos dicen los relojes,
son crónica, advertencia, novedades;
nos siguen, nos persiguen, nos abruman,
con intenso, monótono mensaje.
Vuelven la vista atrás, aunque su oficio
es marcha pertinaz hacia delante.
Y nos hablan de heridas, de fracasos,
en sordas voces, ciegos ademanes.
Cuanto hemos enterrado, desentierran,
y lo ponen de nuevo a nuestro alcance.
Tan frías las agujas del recuerdo,
y tan crueles al rasgar la carne.
Archivan nuestras vidas en las ruedas
y ejes minúsculos de su engranaje,
bibliotecas vivientes,
cuyo tictac es pulso de su sangre.
Los miramos de paso, sin premura,
para observar la mueca en su semblante,
pero ellos nos contemplan de continuo,
con el ojo de cíclope, tan grande,
desde su espacio en la pared, la cómoda,
la mesita de noche, o el estante.
Observan cada acción que perpetramos,
testigos oculares
de nuestros más extáticos momentos,
de nuestras horas grises, miserables.
Son espejos de vida, nos reflejan,
mas sólo cada cual verá su imagen;
todo cuanto aprendieron de nosotros,
documentado queda: Actividades,
conversaciones, pérdidas, encuentros;
archivan todo cuanto nos atañe,
pero no lo publican,
custodios de secretos, bajo llave,
que no prestan a extraños.
Les hablo en ocasiones, al mirarles,
siempre de paso, y breve, brevemente,
mas nunca les impido contemplarme.
Sé que ahí están, testigos de mi vida,
pero no me perturban, tan afables.
Agosto, septiembre
Septiembre arrastra fechas azarosas
engendradas en noches, piel y mente,
de un agosto sensual, independiente,
con rumbo de zigzag de mariposas.
Agosto es mar de noches borrascosas,
tras días de crepúsculo indolente,
en que uno vuelve a ser adolescente,
esta vez cortejando a otras esposas,
o éstas rompiendo moldes contractuales,
reavivando entre todos los rituales
de la pasión, que el tiempo ha desgastado.
Septiembre no es el vértigo, es sereno,
restaurador del orden, dique y freno,
todo volviendo al ritmo estipulado.
A tu lado una piel
Es ella, la sin alma, la distante,
tendida junto a ti, yerma, vacía,
espuma de ola, si sedosa, fría,
que devalúa el título de amante.
Porque amante es quien ama, quien galante
corteja, y vibra, y sufre cada día
ya en sensibilidad, ya en agonía,
mas no la cortesana cimbreante.
A tu lado una piel, de viento henchida,
se acomoda a tus formas. Tiene vida
mecánica, surgida del instinto.
Su diálogo se nutre de simplezas,
por eso es que la gozas y bostezas,
pensando merecer algo distinto.
Doble amante
Me hablas con resonancia de castillo
desde la altura de tu mente alada,
y al percibir la fiera llamarada
dentro de ti, en tu desnudez me ovillo.
Te hago el amor. Me encierra el doble anillo
de tus brazos y muslos; delicada
y voraz a la vez, dices callada
cuanto quiero escuchar, y eres rodillo
laminando las ansias de mi celo
con tan blanda opresión de terciopelo
que más me atrapa cuanto más audaz.
Doble amante, de espíritu y sentido,
eres casi mi nombre y apellido,
ajena a bagatelas o disfraz.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Angeles-
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Hace 10 horas
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