YO SOÑABA
Yo soñaba contigo y en mis delirios tenía tanto frío que me acerqué a ti y fuiste para mí calor de hoguera.
Desperté. El sol ya estaba alto, brillaba. Me vino a la memoria los dulces y bellos recuerdos que tenía de ti y en mi muñeca el regalo que me hiciste, una pulsera. Con ella he quedado amarrado a puerto como un barquito pesquero que no puede zarpar a la mar. Vuelve quítame el frío.
ANTONIO BASSALLOTE
CENIZAS
En las cenizas de una hoguera
he enterrado mis sueños,
las esperanzas,
las expectativas.
Caminando dormida
soñando despierto
perdido en un mundo de milagros.
Buscando las nubes
mirando las hojas
las llamas me consumen
brilla el futuro
me siento renacida.
ANNE SAMPSON
SOÑABA
Soñaba con aquella noche
de verano cuando nos amamos.
Bajo aquel manto de estrellas
donde la luna llena brillaba
la lumbre de la hoguera nos
calentaba.
Aquella noche maravillosa
en la que me regaló una preciosa
pulsera para sellar nuestro
amor.
Quise volver a soñar con
aquella noche mágica de
san Juan, donde todos mis
sueños se hicieron realidad.
CARMEN PÉREZ MARTELL
TU PULSERA
Bajo la luna llena que hermosamente brillaba
sostenía en mis manos tu plateada pulsera
recordando aquella noche junto a una hoguera
que rozándola con mis dedos con tu boca soñaba.
Luego más tarde, en silencio, soñé que soñaba
consumidos mi cuerpo y mi mente en una hoguera
mientras entre mis dedos tu enigmática pulsera
como la más hermosa de las estrellas brillaban.
Si tú, persiguiendo las llamas de la hoguera
te perdiste ante la luna llena que soñaba
no envuelvas tu sorprendente cuerpo que al sol brillaba
con los fríos cierres de grandiosa pulsera.
No me hables más de esa enloquecedora pulsera
que de tanto ver como en la oscuridad brillaba
he pensado que, al final, soñando que soñaba
acababa, sin querer, consumido en la hoguera.
ENTRE LAS CENIZAS
Entre las cenizas de la hoguera
vi que algo pequeño brillaba
creí que yo soñaba
al ver que era tu pulsera.
¿Por qué estaba tu pulsera,
con la que tanto soñaba,
y en tu mano brillaba,
perdida entre las cenizas de la hoguera?
¿Qué te impulsó a arrojar la pulsera
al fuego crepitante de la hoguera
cuando aún el sol brillaba
en un cielo que nunca soñaba?
¿Quizás es que con él soñaba
y que te importaba poco mi pulsera
ni que ardiera en la hoguera
porque aquí tú eras la única que brillabas?
JOSÉ LUIS RUBIO
HACÍA MUCHO FRÍO
Hacía mucho frío aquella noche en la montaña. Como otras veces Raúl estaba buscando leña, para hacerse la cena, y procurar que durara toda la noche.
Después de media hora de trabajo, ya tenía la hoguera encendida. Estaba abriendo una lata de judías, para cenar, cuando vio al norte una luz que brillaba y al mismo tiempo parpadeaba sin cesar. Se quedó con la lata en la mano, perplejo. ¿Qué podría ser?
Él conocía el monte. Sabía que por ese lado no había ninguna casa, ni carretera, que pudiera dar semejante luz.
La brillante luz, no se apagaba y cada vez era más potente. Se estaba acercando a donde él estaba. De pronto sintió un golpe y todo se volvió negro.
Raúl quedó tendido en el suelo. Pasó tiempo. Empezó a moverse, minutos después abrió los ojos y se desperezó. Miró su reloj de pulsera y su sorpresa fue grande. Había empezado a preparar la cena a las 9 y eran ya las 3 de la madrugada. ¿Cómo había podido dormir tantas horas?
Se sentó, cogió la sartén y la puso sobre la hoguera.
En los minutos de espera para que se calentase, recordó lo que soñó; pero había algo que no cuadraba, ¿de verdad soñaba? ¿Era un sueño? En medio de su confusión, le parecía recordar, que algo le golpeó, antes de la oscuridad. Nunca había creído en los OVNIS. Pero ahora no discutiría con nadie sobre eso.
PILAR SÁNCHEZ BARCIA
¿ARDEN LOS RECUERDOS?
Arrojó sus recuerdos
a su hoguera personal,
y prendieron a toda velocidad.
No hubo tiempo para el arrepentimiento.
No hubo lugar para lamentos.
Lenguas de fuego ávidas de oxígeno
escupían rostros, lugares y hechos.
Con la mirada puesta en el ayer,
presenció la destrucción
de sus más bellas vivencias,
vio arder cada instante sentido,
Sintió un vacío inmenso.
Ya no quedaba nada,
no sentía pertenecer a ningún lugar,
a ningún hogar,
no pudo ya recordar
y su desarraigo no le permitió llorar.
Quiso retroceder en el ayer
pero era demasiado tarde.
Ya no halló objetos que evocar,
ni lugares ni rostros.
Resurgió de sus propias cenizas
para reiniciar el viaje,
esta vez completamente a solas,
sin ataduras, sin dependencias.
Solo para afrontar sus propios miedos.
VIRTUDES ROLDÁN
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Hace 1 día
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