domingo, 19 de abril de 2020

SIEMPRE MÍA, SERÁS.


Bastó verte y conocerte para amarte como si fuera de siempre.
Tú naciste para mí, como una flor que el sol acaricia en tardes florecidas
y fue como saberlo desde siempre, de ahora y del alba de todos mis días.

Las curvas de tu cuerpo desnudo, iluminan mi alma de rimas.
Y mía serás entre la penumbra de sutiles profecías en una noche profana
entre mi jardín de los sueños, sombras, desvelos, crepúsculos y alborada.

Eres etérea, como la tibia brisa, en la vigilia de mis ensueños.
Quiero morar en tu regazo sentir tu calor y tu piel ardiente y tú alucinada
mientras bebo de la fuente del amor de tu boca entre caricias enamoradas.

Tu continente, es un abecedario de curvas para amores descarriados.
Allí mi verbo te acuna con palabras inventadas, sobre tu espalda de luna
mientras mi boca busca, como el picaflor a su flor, besarte esa boca tuya.

Te beso y siento tu aliento ardiente, de tu boca de rosas rojas.
Tus labios perdidos en mi boca en audaz vértigo de tus besos y los míos
aboliendo las fronteras de tu cuerpo y mi banquete voraz de los sentidos.

Tu desnudez asalta mis pupilas, como ángel en un mundo alucinado.
Amarte y seas mía, dulce y lenta agonía de morir de amor, cada mañana
cuando tus caricias paganas incendian mi cuerpo y engalanas y profanas.

Siento tu aliento ardiente en mi cuello, perdido el mío en tu cabello.
Déjame sembrar el oasis de tu cuerpo penetrando tus senderos conocidos
respirando entre tus pétalos, cosechar tu flor, descubrir el cielo apetecido.

Sorber el amor de tu garganta, es como beber lágrimas de cielo.
Nuestros cuerpos extasiados reposan de pasión en las lujurias de poseerte
me juras tu amor eterno y extasiado en el cielo de tus ojos, miro sin verte.

Amor mío, déjame morar en tu morada, hasta el fin de mis días.
Hazme conocer nuestro destino y el firmamento azul sin salir de tu lecho
entre los luceros de tus ojos, el lunar de tu espalda, y todos los ¡te quiero!

Amor, nunca te atrevas a dejarme.
Te buscaré en mil estrellas.
Para amarte mil años.
Y en mil vidas.

Manuel F. Romero Mazziotti -Argentina-

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