De soledad en soledad,
el solo, a solas
en su sola soledad,
y al fin, por fin y en fin,
libre de la jauría sin rostro,
y del desentonado griterío
de la rabiosa y esclavizada multitud,
vislumbraba la desnudez
desnuda de su extraña existencia.
De soledad en soledad,
el solo, a solas
en su sola soledad,
escuchaba la voz sin voz
del perfecto silencio y veía, sin ver,
los invisibles sueños de la vida,
más allá de la vida
y mucho y mucho más allá
de la verdad tajante de la muerte.
JUAN CERVERA SANCHIS -México-
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