Apiádate del sol
y déjale pensar
que es suyo ese fulgor,
si sabemos los dos
que su espejo es tu mirar.
Apiádate del mar
y déjale creer
que es suyo es vagar,
si sabemos que no es más
que el reflejo de tu andar.
Apiádate de Dios
y déjale rezar
postrado en el dolor
de no ser ni tú ni yo,
de no amar como tú y yo
sabemos solo amar.
Gustavo González
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