Todas las personas tenemos casi siempre algún secreto guardado para nosotros mismos, que no queremos trasmitir a los demás, evitando así que los que nos conocen y rodean se lleven alguna sorpresa, ante un comportamiento inesperado o ante una situación difícil, nos sale a relucir nuestra doble personalidad y ahí se nos ve el plumero, aunque hay muchas maneras de evitar que eso ocurra, pero el azar a veces juega malas pasadas y aunque pensamos que lo tenemos todo controlado, también tenemos nuestras pequeñas debilidades que en determinado momento pueden flaquear.
Hay ocasiones vitales que nos refugiamos en nuestros silencios, ante un problema que no queremos compartir con nadie y eso nos puede amargar la vida, casi siempre conviene dialogar con los demás, ya que somos humanos y necesitamos expresarnos, necesitamos desahogar nuestros miedos, nuestros prejuicios o simplemente dar a conocer nuestro punto de vista en cuestiones políticas, económicas, sociales, que siempre enriquecen, aunque sea en una conversación banal, se puede sacar algún provecho objetivo de la misma. Los silencios en ocasiones son comprensibles, cuando en una pareja el dialogo se ha perdido, ya sea a causa de la rutina cotidiana o porque se haya apagado el fuego de la pasión, del amor y esas personas vivan cada una en un mundo diferente mentalmente, aunque compartan la misma vivienda y sorpresivamente sigan juntos, sin ningún argumento que lo justifique, pero en asuntos del corazón, hay muchas cosas y hechos que la razón no entra en ese devenir vital.
Existen muchas personas que son tímidas e introvertidas que no quieren que nadie bucee en su corazón, que tienen un mundo interior muy profundo y que no siempre se muestran de cara a la galería tal cual son y a los que es difícil conocer porque se ponen la coraza y no dejen penetrar a nadie en ella, ni siquiera a los más allegados, porque temen perder parte de su intimidad personal, que la tienen a buen recaudo en ese pozo profundo, sin fondo, que su corazón guarda inexpugnable y por tanto nadie sabe cual pueda ser su reacción vital ante un imprevisto y que guardan todos sus secretos, aunque no sean inconfesables.
Los secretos inconfesables, como es lógico, nunca se deben trasmitir a los demás, ya que dejarían de ser secretos, por lo tanto cada uno ha de guardarles en su alma y vivir con ellos durante toda la vida, no dejando penetrar a nadie en ellos y estando siempre en guardia para evitar que traspasen de nuestros sentidos corporales y ni siquiera flojear en momentos de duda, de depresión, de desasosiego, porque es algo inherente a nuestra persona y al desvelarlo rompemos ese embrujo mítico que nosotros mismos hemos creado en ellos y ya nada sería igual si los desvelamos.
Juan Montero Lobo “Visnú” -Segovia-
DE FACEBOOK - 6136 - HACE OCHO AÑOS
Hace 12 horas
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