Para exorcizar nuestros demonios interiores, para cauterizar las heridas espirituales, para mitigar la soledad, para desmitificar la naturaleza de la muerte, para alabar el amor. Son tantas las razones como tantos los poetas. Pero hay una razón que no nos atrevemos a nombrar: para figurar, para impresionar a nuestros pares, a nuestros colegas, para que se nos conceda uno que otro reconocimiento banal, para alimentar nuestro ego.
Porque los poetas somos una jauría de animales sociales hambrientos de ese eterno reconocimiento que nos inflará nuestro ego, y en los festivales de poesía, en las tertulias literarias, nos autoelogiamos, nos prometemos publicarnos, y unos invitan a los otros a sus festivales de poesía, y estas reuniones terminan siendo una fiesta de “tú me invitas a tu festival, y luego yo te invito al mío”, y la calidad de la poesía, si es que existe tal cosa, pasa a un segundo plano, y se convierte en una puta más de la sociedad de consumo.
Me gustaría encontrar algún poeta que me dijera que ella o él escribe por escribir, por jugar con las palabras, por divertirse con el lenguaje, por deporte. Pero eso sería como encontrar una aguja en un pajar, porque primero hay que alimentar el ego. Y la humildad que debe comandar el espíritu sereno de todo ser humano, de todo poeta, se pierde en el entramado avaro del afán por figurar.
Por eso si alguien les pregunta a ustedes poetas—para qué escriben poesía—digan humildemente que para figurar e impresionar, para alimentar el insaciable apetito de sus egos. Ahora los dejo porque estoy demasiado ocupado en organizar mi propio festival.
Escritor y poeta Fernando Hernández Vélez (Colombia)
Publicado por la revista La Urraka
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