Los contornos desaparecían bajo el desafinado violín.
Los besos sin escribir abandonan su alma sobre el colchón.
Las sandalias vacías rabiosamente martillean
La profunda, solemne y eviscerada devoción.
Las uñas surcan las sabanas deshabitadas
Dispensando las astillas después de muertas.
La ilegible lluvia repica en el tejado libidinoso.
La entumecida deformidad desata por última vez
El abrevadero que tapona los cuerpos hambrientos.
El cordón umbilical se ve obligado a regresar
Por el sendero que se pierde en el bosque.
La tierra ocupada conserva la individualidad.
Las ojas secas trazan el itinerario de la apagada chimenea
Que intenta destruir lo que no se puede borrar.
Trato de distanciarme del miedo irracional
Y de las indisciplinadas e indoloras arenas movedizas,
Que desempolvan el invisible contacto de la carne
Y el irremediable, descabellado e incorpóreo resentimiento,
Que me roba el pasado exiliado en mi propio cuerpo…
PILAR REDONDO -Córdoba-
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Hace 4 horas
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