Maraña de brazos
y ojos cabeza abajo.
Tres soles,
uno de ellos sangriento y tumefacto
otro gris a lo pobre,
el de más allá destrozado y de muslos feroces.
Todo ennoblece
el borde de los límites calculados de su mundo cóncavo.
En la plenitud del infierno
de los que han de morir para llegar a ser inmortales,
ese infierno,
como balsa de hiedra,
como balsa que no te leva,
ni te mece,
ni te envidia.
Y te colecciona,
y subyuga,
y subraya
y enmudeces al fin,
como un muro expuesto a las sombras de una cárcel .
Como punto de lectura,
resaltan con ojos cabeza abajo,
dando presencia,
espacio y necedad
a la resentida lucidez
de los lunes del pintor.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
lunes, 23 de abril de 2012
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