RELATO CORTO

Rachel

Rachel admira el majestuoso jardín que se extiende hasta el lindero del bosque desde la gran ventana de su habitación. Siempre sueña con salir, oler las intensas fragancias de las flores y sentir la hierba fresca recién cortada bajo sus delicados pies descalzos. Su padre, le ha explicado muchas veces que ella no puede salir de la habitación, que el exterior le es hostil y moriría en segundos. Ella vive una vida resignada y triste, aderezada solamente por las novelas que espolean su imaginación y las parcas visitas de su padre. Sobretodo echa de menos a Julián, el muchacho que solía jugar al ajedrez con ella y que contrariando todas las normas le hablaba del exterior, del frio, del calor, de la inmensidad del cielo en una noche de verano.
Hasta que una tarde Julián no se presentó y nunca más volvió a visitarla.
Rachel observa por la ventana al jardinero que con precisión matemática y gestos amorosos siembra hileras de plantas que conforman dibujos hermosos vistos desde su ventana. Ella observa al joven y algo en su interior cosquillea en una sensación intrigante y placentera, algo indescriptible que aflora desde su subconsciente intentando enviarle un mensaje que ella no es capaz de descifrar.
El joven como si percibiera su presencia levanta la mirada hacia su ventana, al ver como ella está mirándole le dedica una sonrisa triste enmarcada en un rostro tostado por el sol, entonces ella se fija en sus ojos. Son los ojos de Julián, pero en un Julián adulto.
Rachel abre la ventana, decidida a hablar con él. Intentando en vano llegar al balcón. Los tubos se lo impiden, los malditos tubos calientes.
Julián observa a Rachel desde el jardín y maldice al señor de la casa por encargar un ser artificial con sentimientos solo por diversión. Muchas veces ha pensado en bajar al sótano y apagar la caldera que nutre la maquina diferencial que contiene el alma de Rachel y dejarla partir de este mundo en paz.

Víctor M. Valenzuela(España)
Publicado en la revista digital Minatura 116