Luciérnagas juegan a la guerra en ópalo hieren su mágico color, mecenas de día y noche tibia abrazan colecciones de climas en pedidos. Procuran imitar la vida de gorriones que pintan días, remozando atardeceres guardando en breviarios sed y miedo, observo huellas diferentes y mortales, los niños castigados con mayor rigor aunque les narren un dulce cuento, armas de exploración de humanos ojos de madres que a discreción no se rinden por entrar a desiertos y cordilleras, a espacios de islas nuevas, con lágrimas arrepentidas que se esconden en sus cuerpos, y en su rostro occidental andino, de partes altas y bajas, oxidando promesas de domingo, respiro olor a misterio es la trama de la araña de Nazca que empieza a desmenuzar mensajes evitando maniobras bruscas con electricidad. Observo a caracolas con sus casas rodantes llegan a la cima con quejas y pesar porque olvidaron preguntas y respuestas en zapatos de madera que astillan cielo, en el arroyo descansa la paz interior y personal cuentan cómo las semillas ancestrales regresan a sus tierras de cultivo, cómo esperan riegos ya no de lágrimas a pesar de la lobreguez de rayos, mis recuerdos se arrodillan en los prados y los ojos de quienes se fueron sin despedidas, moliendo miedo fúnebre, trae un cálido sentimiento de paz, lejos del sitio frío y tenebroso, este lugar esconde vida y raíz la flor sí crece en cementerios.
LILIANA QUINTO LAGUNA -Perú-
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