Tenía los ojos rasgados
mirando la letanía de los sueños
escritos por Angasnapón
en la oquedad de la luna
No eran suyos
eran los de él
atados a sus pies
hasta que murió en 1548
Maravillosas
sus manos, la creación
del vestido de casamiento
la saya, las plumas, las perlas
las fibras de su corazón
Cosa Vanún Chipac
murió como muere la tarde
libre, sin la atadura
del bautismo de la cruz,
creyendo en sus dioses,
rodando por las cumbres
sin el dolor de rendir cuentas
a un extranjero.
Nunca dijo nada
enervada
en la calamidad de los suyos;
le dolía el hecho
de ser esclava de un reino
que jamás conoció
Isabel Barrantes -Perú-
Publicado en el libro Siempre iluminadas nunca olvidadas
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