El que murió estaba durmiendo en la calle, sobre unos cartones, cubierto apenas por una frazada que alguien le acercó.
Si se iniciara un expediente judicial sería posible identificar al muerto.
Y citar a declarar a familiares, amigos, conocidos.
Y esos testigos podrían acreditar que el que murió vivía en la calle desde no hace mucho.
Y que antes alquilaba una pieza en una pensión.
Entonces se podría citar a declarar al encargado de la pensión, que atestiguaría que el hombre le dijo que tenía que dejar la pieza porque como ya los vecinos no le pedían changas no tenía cómo pagarla.
Se podría convocar así a esos vecinos y comprobar que uno había dejado de requerir sus servicios porque la fábrica de zapatos donde trabajaba cerró y lo poco que tenía ahorrado lo está usando para comer, así que el revoque de la pared del patio puede esperar. Otra, que tiene un quiosquito en la casa y ya no vende casi nada, y no puede darse el lujo de hacer pintar esa puerta que está toda descascarada. Y la parejita que alquilaba en la otra cuadra y que cada tanto lo llamaban para arreglar una canilla que goteaba, se había tenido que ir a vivir a la casa de los padres de ella porque cerró el bar donde trabajaba de camarera, y lo que saca él pedaleando todo el día con ese disfraz anaranjado y la caja de delivery en la espalda no alcanza.
El juzgado tendría indicios suficientes para citar al dueño de la fábrica de zapatos, al del bar, y rastreando un poco, a los que empleaban a los ex clientes de la vecina del quiosquito, y los tuvieron que echar.
Todos pequeños o medianos empresarios, que declararían que la apertura de las importaciones, el disparate que cuestan las tarifas de los servicios, las delirantes tasas de interés y la caída del consumo los arruinó como nunca antes les había ocurrido.
Entonces sería posible citar a declarar, ya no como testigos, sino como imputados, a los funcionarios que implementaron esas medidas económicas, y a quienes las diseñaron. Es decir, a los autores materiales e intelectuales.
Y juzgarlos.
Y condenarlos por la muerte del hombre que dormía en la calle.
Porque titular que la ola de frío provocó una muerte es lo mismo que afirmar que en el caso de un homicidio con arma de fuego la culpable fue la bala.
William Scholl
Compartido por Ana del Pozo
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