… Y gritaron las miradas,
con ese resentimiento
que no concede un momento
a las penas acordadas.
Bellas sonrisas rosadas,
alma de la boca abierta,
con la observación desierta,
con chispas de calentura,
engreídas de cultura
y alma de cosa cierta.
… Y se fueron los misterios,
a deambular por la vida,
a curar esas heridas
que ocasionaron los tedios.
Acudieron los asedios
a rodear el castillo,
buscando tras el visillo
de aquella loca de negro,
a veces sólo me alegro
mirando por el rabillo.
… Y vinieron con el alba,
en derredor de mis manos,
buscando mis dedos canos
y mi corazón ya malva.
Me pregunto quién se salva
de búsquedas peregrinas,
de despreciar las enquinas
que la vida nos provoca,
con insultos en la boca
olvidemos las doctrinas.
Julio G. del Río -Valencia-
No hay comentarios:
Publicar un comentario