En el rojo atardecer
de este diciembre mágico
cuando el sol potente
del verano próximo
se va debilitando
y desapareciendo
en el horizonte.
La luminosidad
del crepúsculo
de matices rojos y naranjas
va cayendo entre
los árboles ávidos
de la frescura que les da
la noche.
Y el cielo
opacándose de a poco
dejándose invadir
por el brillante lucero
que surge vespertinamente
solo, silente, resplandeciente
comandando al ejército
de estrellas que aparecerán
luego de su deslumbrante
resurgir, ocaso tras ocaso.
Y así la nocturna hora
comienza a vislumbrarse
de a poquito
con ese cielo azul intenso
dibujado entre los árboles
que extasiados de primavera
esperan a la luna
su reina.
Diana Chedel -Argentina-
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