Decía Hobswan, en un libro titulado “Industria e Imperio” que el fútbol nació en Inglaterra como necesidad de dar un entretenimiento para el lupem proletario, la nueva clase social nacida de la revolución industrial. De esta forma la aristocracia, la burguesía en alza, tenían sus deportes, elitistas, como el rugby (practicado en las universidades), la equitación, el polo o la caza, y la clase trabajadora tendría el suyo propio, el fútbol. Resumiendo: pan y circo. El pan, por supuesto, era una cerveza más barata (era considerada la bebida del pobre) con la que los proletarios tuvieran su “distracción” tras salir de jornadas laborales agotadoras.
Hoy en día, el fútbol, siguiendo la línea de pensamiento, sigue siendo una batalla floral que se ha convertido, gracias a una hábil manipulación y un adecuado uso, en un opiáceo que duerme al personal, sustituyendo a la cerveza o a la reclamación del pensamiento lúcido.
Francisco J. Segovia -Granada-
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