miércoles, 4 de diciembre de 2013

QUINTO ANUNCIO


A Mi Madre Patricia Pizarro Silva.

I

El agua va más lejos que mi propia vida
Siento que el sueño esta vuelto hacia el tiempo
Como la devolución a un enigma reflejado.
No se puede salir de la luz sin que no se descubra
Esa profecía que hay entre el cuerpo y el árbol.
Más tarde, mas tarde el aire es visitado por bordes y mitades
Por estelas que se vuelven contra el
Si su cabeza empieza a disminuir en la distancia.
No puede salir la luz de nosotros sin que no le salga al encuentro
Esa alianza que hay entre la hondura y la mano.

II

De las cavernas nos llega el eco de una orgía de rabdomantes
Casi todos nosotros debemos salir con la campana
Que se apiada que la sangre sea nocturna.
Estamos todos en nuestros puestos, los filos aun están en cautiverio
Ya se abrirá la cámara de algodón
Entraran dos centauros infrarrojos a engancharse
Podéis vosotros allá afuera simuladle sus puestos
Al buzo cargado de llaves, al bullicio de lana, al ligamento
Simulad que alguna vez sentisteis un rocío terminal en los pies
Todo os sucede ahora entre duraciones y estampidas
Los espectros de piedra oficiaron el aumento de la mañana
Y traemos aguas que celan a las columnas y a las espadas
Y traemos arenas asomagadas y traemos el fuego como mudanza
Para que el día se prepare para un umbral más grande
Para cuando lo olvidemos,
Cuando ya no importe si la eternidad es diurna o nocturna
Cuando el hombre y la mujer hayan traslucido
Lo que la muerte va espesando en el sueño.

III

Los muertos se llevan chispas microcéfalas para sus viajes
Cambian de rostro a cada momento durante el velorio
De modo que sus deudos ya no saben a quien están llorando.
Tal vez el mar haya insinuado levantar el velo,
Pero nunca se ha levantado
De los valles se oyen gárgaras con las que intentan saldar
El vuelo de los pájaros cabalísticos.
Oh aguas, reventadme frente a esas flechas convertidas
Más, dejadle a la piel esos poros equinocciales que los espíritus riegan
Prefiero a mi vida, el devenir de esas hormigas de mercurio por el cuerpo de los célibes.
Oh aguas, yo era el que ignoraba
Hasta que la luz respondió a mis huesos
Hasta que las piedras dejaron que la noche agonizara
Oh aguas, que quede sobre nosotros
Solo esa liberación entre las nubes y la carne.


IV

Mi boca ya habrá conocido todo tipo de entrañas
Para cuando tú me engañes con un ángel.
No quiero que la piel nos mire enteros
Ni que por ella sigan los tormentos parados en la luz.
Estamos todos en nuestros puestos, las venas como andamios
Nuestro arrepentimiento es imposible de fingir
Nos exhortan los dos centauros infrarrojos que acaban de salir
Y dan gritos terribles entre las achiras.

Rodrigo Verdugo Pizarro -Chile-
Publicado en la revista Archivos del Sur

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