Yo siempre quise entrar en una orgía, hasta que fui a una. En las películas, en las revistas pornográficas, las mujeres que asisten a eso están buenísimas y tienen todo lo que hay que tener en abundancia pero, en la realidad, la cosa no es así. Excepto, claro está, si tú tienes mucho billete y puedes pagarle una montaña de billetes a unas cuantas misses y modelos. A la que yo fui -salvo una amiga que encontré ahí y una morena que sí estaba como para comérsela viva y todos hacían cola para acostarse con ella-, lo que había eran puras mujeres horrorosas, feas, llenas de celulitis, y hombres adiposos que no hacían otra cosa sino resoplar como ballenas. Además, la mayoría de ellos -tanto hombres como mujeres-, estaban borrachos, bañados de sudor, y olían mal. Para serte franco, aquello daba asco y era lo menos excitante del mundo, no sólo por los malos olores y los bufidos, sino por lo grotesco. A mi amiga y a mí nos pareció todo tan poco estimulante, tan poco erótico, que nos metimos en un baño y ella sentada en el bidet y yo en el water closet, estuvimos conversando hasta que amaneció y nos fuimos a su apartamento.
Del libro LA COMEDIA URBANA de ARMANDO JOSÉ SEQUERA
Primer Premio Bienal Literaria “Mariano Picón Salas” Mención Narrativa “Salvador Garmendia”, Mérida, Estado Mérida 2001
Publicado en Los Cuadernos de las Gaviotas
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