Cuando se apague el último latido,
los párpados tapicen sus ventanas,
escape el esplendor de mis mañanas
y fine lo vital de lo que he sido;
mi noble corazón, sin un gemido,
que fuera mi crisol de porcelanas,
descansará por siempre sus galanas
acequias de su místico sentido.
Vendrá la etapa fusca del olvido,
se perderán los años que he vivido
tal vez en una ignota madrugada,
y acaso en la milpa del espanto
desde una nube gris surgirá el canto.
¡Mi canto precediendo una alborada!
Rodolfo Virginio Leiro -Ciudad Autónoma de Buenos Aires-
Publicado en la revista Hoja de Palabras
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