De lo Telúrico a la Estética de: Apunte a Lápiz: René Rodríguez Soriano
Por Roberto José Adames. República Dominicana.
La palabra es un dios bifronte que mira lo real
Desde ángulos análogos y simultáneos.
Rafael Rattia
Con Apunte a Lápiz en manos, he descubierto, y con una especie de
complacencia, que la escritura literaria está siempre precedida por
inexplicables situaciones psíquicas con las que el sujeto creador hace
explícitas sus intuiciones y certezas logrando pocas veces enunciar en su
quehacer verdades de vida, de suerte que va avanzando proposiciones
fácticas (reales o ficticias) con la única pretensión de descantar la atención y el
interés de su hipotético interlocutor quien a menudo espera encontrar ese
evento inexorable que trasluce el escritor al través de su acto creador, es en
este caso el poema, cuyas “realidades” no escapan al influjo y a la fuerza que
nuestro terruño natal nos imprime: la fuerza telúrica.
Esas inexplicables situaciones previas al acto creador, son en René Rodríguez
Soriano un pozo interminable de historias, remembranzas y recuerdos que van
tejiendo otra historia que se devela y se nos revela en el particular discurso
estético que permite la poesía. Sin embargo, en Apunte a Lápiz, el sujeto, la
cosa, lo fáctico es trascendido por las intimas e intransferibles necesidades que
cada historia poética provoca en el creador, a manera de imágenes idealizadas
en el sueño particular y alterno de su inagotable pozo de asombro.
En René la palabra al nombrar las cosas las aclara o las diluye en una diáspora
matizada por una especie de cromatismo plástico que le confiere fuerza
hipnotizante al verso, como cuando en La Casa dice: … y algún potrillo
perseguía las mariposas/o más allá donde bebían los arco iris.
Pero también lo poético se potencia con el despliegue semántico de su decir, el
que va construyendo un hipercomplejo proceso no desprovisto de la axiología
propia de aquel que no busca el verso fulminante o la decantación azarosa,
sino la significación consciente extraída del conjunto como universo, como
realidad completa e independiente y de singular hondura propia y a veces casi
metafísica, como cuando dice: Cada vez que me mira, /ve que la miro,
/envejeciendo de este lado/mientras ella /cada vez rejuvenece /en mi
recuerdo. (Retrato de Mama)
Por otra parte, es importante señalar que en René Rodríguez Soriano, el
diario vivir es una cantera de inconmensurable riqueza, donde logra, al
observar su entorno y su propia y particular historicidad, extraer las riquezas
que antes de habitar su memoria poblaron su sensibilidad, y eso le permite
conjurar lo común en una especie de exorsización que pudre de bellezas, una
vez sus personajes, otras veces los lugares por donde aún continúan
extraviados aquellos, como si cada verso fuera un intento por reinventar en la
palabra un mundo menos anómico, en un especie de sortilegio que hace
cómplice el pasado con el presente, así ocurre como cuando en Retrato de
Papa, nos invita de manos de lo demiúrgico de su realidad a pasearnos por los
senderos de sus recuerdos de manera elegante, bella y magistral con la
hondura de estos versos: Sonríes y me reflejo en tu sonrisa/y de uno solo
de sus rayos sale música, /la música que me remite al día /que juntos
fuimos al río y me dejaste. Versos que logran instalarnos en su realidad,
presente y pasada propendiendo que no seamos el fantasma del futuro.
Es que sencillamente, esta obra de Rodríguez Soriano nace por el impulso de
su íntimo ahogo, lo que hace válido su universo poético y le imprime una
particular voz, desprovista de la mera yuxtaposición del verso y armada de la
urgente necesidad de todo creador que es trillar un mundo aparte,
independiente y encontrarlo y redescubrirlo en sí mismo, en la naturaleza y en
las cosas que aunque no nos nombran nos reclaman, nos definen y suelen ser
a veces un complemento que nos permita no sentirnos tan maldita y
divinamente solos.
Ese sumergirse en sí mismo, sin renunciar al entorno, sin renunciar al influjo de
lo telúrico y subsumir todos estos presupuestos en un manantial límpido y
translúcido de versos articulados y atados a su propio existir, hacen que
Rodríguez Soriano transite caminos que les son propios, que estos sean
buenos, malos, ricos o amplios será un reto que en sus versos le hace René a
la posteridad, en mi particular caso solo he dejado que mi sensibilidad se haya
paseado con disimulo y sin tropiezos por estos Apunte a Lápiz en la tropel
atadura de una mismisidad coherente y estéticamente posible, que
independientemente del punto de vista con que se aborde está ahí, latente y
que permitirá que no nos ausentemos de los tiempos venideros.
Publicado por la revista Oriflama nº19
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