Podré mirarte cuando pases,
pero ya no veré más la tierna sonrisa,
ni la alegre mirada de tu ingenua pupila
ocupada en verme.
Sabré que existes
como sé que ya no es para mí tu existencia.
Los botones de tu pecho
se alborotan en otro lecho.
Oiré la risa
y no será aquella que acariciaba mi oído,
será el lastimante ruido
incitándome al recuerdo.
Aquel verano grabado en la memoria,
imborrable;
dulce y amargo a la vez.
Podré acariciar tu intacto nombre.
Ya no a tu tierna piel.
La flor se habrá marchitado
y caerán los pétalos de tu fragancia.
Los años mancharán a tus manos.
Pintarás tus canas
con bellos recuerdos y,
en mi mente confundido,
pensaré que no te has ido.
Me guardarás en tu memoria.
Mas al ver
al que acarició tus tiernos pétalos,
desnudó tu ingenuidad
y te vistió con sus besos;
tus ojos brillarán
con la hermosura de tus quince años.
Y tus manos de anciana,
limpiarán a tus lágrimas.
DELFIN GIRALDO
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