jueves, 30 de enero de 2020

¡CÓMO DUELE!


¡Cómo duele!
El abrir la tocada puerta y no hallarte.
La suave caricia
golpeando el recuerdo
en un gesto parecido,
en el timbre de tu voz.

¡Cómo duele!
El susurro estremecido
qué no llega a tus oídos.
Oír la canción degustada.
Yo enamorado,
tú enamorada.

¡Cómo duele!
¡Hasta el tuétano!
Hasta lo más profundo, celosamente guardado.
El mirar tu nombre
en el jardín primaveral…
Tú no sabes…
La lluvia de aquel invierno
me hizo tanto mal.
Y me recuerda en cada gota,
la triste despedida
del amor de mi vida…
¡Cómo duele!

Delfín Giraldo -Perú-

ROMANCE A UN IMPRESENTABLE


Un miserable arrogante,
pelo amarillo chillón,
con actitud insultante,
prepotente y fascistón,
nos muestra que la ignorancia
puede creerle un señor.
Por eso, allá en su país,
la ignorancia le votó.
Tiene en su haber un gran logro:
a todo México unió.
Es carente de empatía,
mentiroso y fanfarrón.
A costa de la pobreza
de muchos él avanzó.
Muestra del capitalismo
del lado hostil, el peor.
De lo que no es democracia
él nos dará una lección.
Y que nuestro presidente
ya tiene alguien peor.
Contra el vil capitalismo,
él conseguirá la unión.
Expulsando a refugiados
a sus ancestros negó.
Quiere imponer la tortura...
¡¡La madre que lo parió!!

Pedro Jesús Cortés Zafra.
Compartido por Juan Pan García

RAYO ROSA


La imagen puede contener: texto

Compartido por María Isabel Ragout

DON TOMAS VERA


(Fragmento del artículo de 1915 Cleopatra)

     Me es grato recordar a mi profesor de historia don Tomás Vera, el hombre más bonachón y más simpático que ha venido a este mundo. Don Tomás Vera, con todo y tener que habérselas en clase con un batallón de demonios de todos tamaños y edades, tenía la rara sabiduría de no enfadarse nunca, y era tan hondo y tan sólido su conocimiento del corazón humano, que le gustaban más los muchachos desaplicados y perversos que aquellos de cara de sacristán arrepentido que no rompían un plato. Y era tan bueno y sabía tanto don Tomás Vera, que poseía el exquisito arte de quedarse dormido como un leño cuando más atascado estaba uno en una lección, para librarse él y librarle a uno de esa cosa terrible e idiota que se conocía entonces con el nombre de “mala nota” y cuya inevitable consecuencia era el castigo inquisitorial de “quedarse preso”.
     Don Tomás Vera, adelantándose a sus contemporáneos lo menos en un siglo, no le daba importancia alguna ni a la asignatura que enseñaba, ni a sus tareas, responsabilidad y autoridad de maestro; y sabedor, Dios sabe si por instinto o por reflexión, de que las cosas que se aprenden en la escuela se olvidan enseguida, y de que, en todo caso, es bueno que se olviden para que no estorben en el cerebro, tenía el buen gusto de aburrirse y aburrirnos lo menos posible con sermones y penitencias, y así fue como su hora de clase llegó a ser para nosotros una especie de oasis en el espantable desierto de la vida escolar.

Publicado en el blog nemesiorcanales
Compartido por Osvaldo Rivera

LA MUJER DEL RINCÓN


He regresado al rincón de la cafetería,
justo al lado de ese gran ventanal
que transparenta lo cotidiano de los otros.
La joven rubia que obviando el frío
consume un cigarrillo tranquilamente
en la terraza,
unos pies fosforescentes se cruzan,
me he asustado, el color naranja subido
de tono pisoteando el gris asfalto
choca en las retinas,
por lo menos en las mías.
Y así, van y vienen cuerpos con cabezas postizas, sólo son rostros de frentes ausentes, con ojos ensimismados en la nada,
lugar de todos.
Bocas que hablan ruido, sólo ruido.
Trabajadores que acuden a su celda.
Y la señora enferma de Alzheimer,
que con verdadero entusiasmo
se apresura a saludarme,
no puede enlazar más de tres o cuatro palabras seguidas, me mira fijamente,
y pronuncia algo hermoso : " mi niña"
"me alegro tanto de verte".
No me conoce, siempre me busca
en el mismo rincón de la cafetería.
Para ella ¿ quién debo ser?
Su madre, su hermana, su hija...
Los otros, deambulan, no soy nadie.
Para ella, si que soy.

Consuelo Jiménez

ENTRE BRUJERÍAS Y AMORES APASIONADOS.


La noche profunda iluminada por la luna, se enciende de fuegos.
Condenado en la muda prisión de mí conciencia, ya ciego sin ver, te miro.
Tu cuerpo desnudo brilla entre relámpagos, y rezo, por mi divino destino.

Siento que las estaciones del tiempo, están en tu cuerpo exultante.
Boca entreabierta, con tu aliento de fuego, me miras con lujuria y malicia.
Tu piel es el límite del infierno, cuando asiento mis manos en loca caricia.

Miro tus ojos de fuego y mujer, y en ellos leo tu ardiente deseo.
De amarme como un mortal, y tú, un ángel ansioso escapado del infierno.
Tu cuerpo se transforma en primavera, tú tibio aliento, en ardiente verano.

El verano está en tu abrazo y tu primavera la siento en tu beso inmortal.
Rojas llamas inundan mi vientre, tu cuerpo se aposenta en el mío, caliente
y tu boca murmura gemidos de amante, y me pides fogosa, mis cimientes.

La noche se agita en tierna congoja, y vuelan luciérnagas rojas.
Te agitas en el éxtasis cuando te llevas mi esencia y alma, en tu beso final
y te vuelves otoño cuando presiento todo el invierno en mi vida de mortal.

Me sonríes casi como un ángel y me acaricias, tus manos ardientes.
Suave perfume de mirra y de incienso dejas, cuando te alejas a tu infierno.
Y allí quedo yo, loco de amarte y desearte, y que me esperes en tu averno.

A pesar de arder en tus juegos,
y que me robes el alma,
eres la tentación que más deseo.

Manuel F. Romero Mazziotti -Argentina-

ESTÁS SIEMPRE INVITADA


De sol y de mar es mi casa
de brisa y arena su patio
de piedra y bronce mi cama
de espuma y viento la almohada
donde sueño con la noche azul grana
donde sueño con tus ojos y tus lágrimas
donde veo tu sonrisa esperada
que escapa de tus labios
mujer enamorada
de la vida de los cuentos de la magia
que se encuentra en tu pecho abrigada
de sol y de mar es mi casa
dónde estás siempre invitada
no solo en los sueños
lo estás en mis poemas y en mis cuentos
lo estás en mi vida y en cientos
de aurorales momentos en que deseo
sentir tu palpitar y el viento
eleve tus palabras
que en perlas se conviertan
cuando en mis oídos descansen
de sol y de mar es la vida
cuando siento que tú estás
esperando que la puerta yo te abra
y ansioso te salude con un beso

Gonzalo Suárez

miércoles, 29 de enero de 2020

ÁMAME


Ámame, ámame intensamente...
Mirándonos de frente, hazme sentirte
en lo más profundo de mi vientre.
Bésame, bésame, despertando en mi corazón con tus extasiados y fogosos besos
mis más ardientes secretos y deseos de ti.

Compartido por MARTHA REYES

TEPETOTOTL


Charla de café con un conductor
Por Fernando Hernández Flores

Hace unos días, recibí una llamada al celular. La persona que se comunicó conmigo, se escuchaba que era un adulto mayor. Me invitó a tomarme un café con él al otro día, a las ocho de las noche en un lugar céntrico y antiguo de la ciudad. Por supuesto que acudí y me encontré con el señor. Traía un traje negro muy distinto de lo común, pero se conservaba pulcro y se dirigía de manera educada. Ambos nos sentamos, cada quien en una silla, rodeando una pequeña mesa redonda.

El señor pidió un café cargado y yo un café lechero. Me dijo que se llamaba Tomás Ortiz Morales, que de cariño su familia lo nombraba Tomasito. Últimamente, él se había dado cuenta que yo tenía amistad con su hija Charito y su esposo Gabriel. Don Tomasito los había escuchado hablar con tanta insistencia del paisano, por lo que decidió reunirse conmigo. Me contó con tanta emoción que su familia era lo mejor en el mundo y si volviera a nacer escogería de nuevo a su esposa Sarita, sus hijas e hijos, sus suegros, sus cuñados y todas las amistades con las que tuvo trato durante muchos años. Se sentía plenamente realizado y en paz porque su papel como padre, esposo y abuelo lo cumplió como Dios manda.

Don Tomás expresó que durante muchos años recorrió distintos lugares del estado de Veracruz y del país; y si la vida le hubiera alcanzado, lograría llegar a otros países del mundo en su camión, el “Águila del Viento”. Cuando escuché eso último, un leve escalofrío corrió por mi cuerpo; pero inmediatamente pensé, el señor está bromeando. Es así que, prosiguió con su charla tan nutritiva. Estar con un hombre sabio, un venerable abuelo es siempre enriquecedor.

Tomasito pidió una pieza de pan. En cambio, yo quise degustar el café con unas galletas xiqueñas. Pasaron las horas y empezaron acomodar en un rincón las mesas y las sillas, los trabajadores de ese café. Recuerdo muy bien que me invitó a la presentación del libro de su hija, que se realizará el día 31 de enero en la biblioteca Carlos Fuentes a las cuatro de la tarde, organizado por el Colectivo Café Literario. Por lo que, me solicitó que asistiera y le llevara por favor un mensaje a su hija Charito y a Gabriel. Él se disculpaba por no poder asistir personalmente, pero espiritualmente ahí estaría celebrando, ese gran logro de la familia. Su hija María del Rosario incursionaba como escritora y también señaló que a su pequeña ahora le gusta escribir poemas y cuentos. Con orgullo habló demasiado de Charito.

Como buen padre de familia me explicó que, desde muy pequeño lo movió la necesidad de trabajar, en su juventud las ganas de sacar adelante a su familia. Don Tomás Ortiz Morales siempre contó con el apoyo incondicional de su esposa, Sarita.  Como todo ser humano tuvo altas, bajas, problemas, pero siempre con fe y esperanza como un  águila que va emprendiendo el vuelo, teniendo el viento en su contra; pero sabedor de que llegará a un destino firme y seguro, donde hay enseñanzas y aprendizajes. ¡Qué mejor testimonio de vida, amor y trabajo, que “Relatos de un conductor! Esos relatos, son los viajes y experiencias de Don Tomás y quien se puso a escribir sobre su vida, fue Charito.

No obstante, se sentía muy emocionado porque su familia y ahora un público lector conocería y descubriría la vida de un conductor del volante, como él lo fue. De momento, me levanté de la mesa y fui al baño. Al regresar, no había nadie en la mesa. Sin embargo, sus palabras siguen en mi memoria: “el que ama su trabajo, lo disfruta para siempre.” Don Tomás nació el 21 de septiembre de 1928, por lo que tendría más de noventa años. Él se quedó con nosotros en el libro “Relatos de un conductor.”  Paxkatkatsini (Gracias)

AYER HOY Y MAÑANA


No confíes en el tiempo
el hoy siempre le está pasando
la voz al mañana
trata de olvidar al ayer
que persiste antojado
por hacer ver
no confíes en el hoy
en algunas horas te abandonará
el solo piensa en ocultarse
allá en el horizonte
apabullándote en su despedida
con su luz más bella
todo lo que en él no has podido
ya se va pronto sólo estará
en los recuerdos que en él se dieron
ese día que hiciste
no confíes en el hoy
el hoy se va y se fue
y el mañana como hermano
viene y lo reemplaza
ese mañana en que soñaste
en el que deseas obrar
lo que te propusiste ayer
lo que tanto deseaste hoy
y ahora que es mañana
ese hoy sea oscurecido
como lo hará este que tanto has querido
que venga para amar
como en el hoy que ahora es ayer
y te enamoraste de él
viéndolo como un mañana
disfrazado de esperanza

Gonzalo Suárez

martes, 28 de enero de 2020

MONTAÑAS


Un poema inspirado en mi hermano Aziz Mountassir

Hay un poema ahí dentro. ...
En algún lugar...
Le dije a ella

La palabra que desencadenó esta expresión
De conciencia,
Un pensamiento,
Un sentimiento,
Un espíritu
Se me dio a mí
Por mi hermano. ...
Lo fue
"Virtuoso"

Había algo sobre esta palabra
Eso dio causa
Para que me considere
La profundidad
No sólo de su significado
Pero de su. ...
Aplicación

Es difícil estos días
Algunas veces
A descubrir
Donde esta esquiva sirena
De creación se esconde

Veo destellos de su presencia
En muchos pueblos
Y su ausencia
En tantos otros

Esto no es una queja,
Pero una petición

Ya ves,
Hay demasiado sufrimiento
Y el único buffing
La humanidad tiene
A su disposición
Es "dormir"
Ser melancólico
O para lamentar
O permitir su "ira"
Para gobernar sus vidas. ...

Lamentablemente, todos estos aspectos
De nuestra expresión
Es totalmente contraproductivo
A atractivo
"virtud"
Para visitar por completo
Sobre nuestra civilidad perdida

Solo imagina
Que exquisito
La vida podría ser
Para todos
Si perseguimos su presencia

El poder que tenemos dentro
Todavía está esperando ser descubierto
Y abrazado,
Pero primero debemos enfrentarnos
La dura verdad

La humanidad siempre ha sido cariñosa
De escalar montañas,
Y luego caemos
Tiempo y tiempo
Otra vez. ...

Podría ser,
Estamos escalando
Las montañas equivocadas?

William S. Peters

MI ESPERANZA


Mi esperanza
despierta del amor
en la sabia dulce flor,
estar a compañía de alma bella
deslizando sentimientos
a pasión del color.

Descubrir rocío de madrugada,
terminar con esta soledad acompañada
hablando sin palabras,
regalarte mi morada
aroma impregnar descubierto amor
ahogando suave voz.

De color confiar
pintado de piel cediendo caricia,
flor que adorna el sendero
de vida amada fantasía
y ser nocturna amiga
al atraparte en el corazón enamorada.

Y en mis labios
sentirte deseada y amada,
alojarte del pensamiento
rebosante de ti...
mi esperanza despierta
en dulce amor.

José Nieto -México-

¿SE CAMBIAN LOS PRINCIPIOS?


¿Se cambian los principios por dinero, o el dinero cambia los principios, o simplemente por el fanatismo?

José Manuel Quintero Rojas

YA ES DE NOCHE


Ves la fuente
ansias beber su agua
hay sombras dentro del cántaro
altísimos muros que cercan la existencia
somos nuestros propios presos
que oculta nuestros miedos
te sitúas en la noche
buscas resolver todas tus incógnitas
en medio de la oscuridad
esperas efectos diferentes
cansada tu conciencia
de levantarse a vagar en las mañanas y mediodías
se pone a contemplar el repliegue del sol
pronto la oscuridad gobierna
golpes que desean conquistar el cielo
parecía que quería desencantarlo
apenas lo has empezado aganar
pero ya es de noche

Gonzalo Suárez

domingo, 26 de enero de 2020

SUMERGIDO


Intérprete de un panorama
el sentir cielo en la mirada,
momento justo perdonado
renovado, eternamente amado.

Al nuevo día nacer,
sublime Rey enaltecer
unido libre a vida eterna.
El derrama amor y gloria.

Sumergido en tu poder.
Eres mi fuerza Señor,
sumergido en tu amor
soy tu guerrero mi Dios.

Fuego y verdad sin límites,
envuelto en tu gracia oh Dios
cautivo en bendita morada
espíritu avivando alma renovada.

José Nieto -México-

SOLO PARA TI


Porque eres así
porque eres como eres
porque eres tal como uno siente
que de inmediato abro mi corazón
sabes
que en el hay un lugar para ti
y solo para ti

Gonzalo Suárez

sábado, 25 de enero de 2020

ANTES DE LAS DOCE


Antes que el año desaparezca, pregúntate cuantos besos diste y recibiste, y cuantos te faltaron por dar y recibir. Cuestiónate cuantos y cuales sacrificios estás dispuesto a hacer por amor (tu amor), y si la otra persona también está dispuesta a sacrificarse por ti. Antes de que un poco de tu alma y piel vuelen con el año, indaga en tu interior si estás dispuesto a traicionarte por conseguir tus metas y, sobre todo, si vale la pena. Antes que empiece un nuevo año, pregúntate si, acaso, has sido, o serás, feliz…

Victor Diaz Goris

AUNQUE ESTÉS BAJO EL DOLOR


Aunque estés bajo el dolor y tristeza, no dejes escapar tu sonrisa, porque con ella puedes cultivar alegría a los demás.

José Manuel Quintero Rojas

TÚ MERECES EL CIELO

Pues si. 9 años ya. Y todavía viene a mis sueños y se trae del brazo a Soledad. Gracias, Luis. Gracias, papá.

Tú mereces el cielo aunque no exista.
Yo te imagino llegando hasta su arcada,
triste aun, en la tierra la mirada,
estrenando piernas, aire, brazos, vista…

En la puerta no hay santo que te asista:
una legión de amigos atacada
por los nervios anhela tu llegada,
se alborota y jalea inconformista.

Jaime, Esteban, Antonio, con orgullo
quieren ser los primeros de la fiesta
pero Tina los contiene al demandarles:

- Primero los del barrio, los más suyos.
Sin prisas, ponle un vino que nos resta
toda una eternidad para abrazarle.

JUAN LUIS RINCÓN ARES -Puerto de Santa María-

AL CAER LA NOCHE


Ya la noche se ha tornado transparente
las estrellas que se apagan, en tu nada
cuando la niebla temblando y solitaria
se pierde en tus crepúsculos dolientes.

Eres tú la noche, vestida de azul y de cristal
tus fríos silencios, que aturden los sentidos
como vivir, una inmensa multitud de gritos
eres triste gris, y el albergue de mi soledad.

No quiero despertar detrás de tus ausencias.
Te amaré como aman tu luz, los mendigos
entre la humildad de mis otoños ya vividos
en la fría alquimia de los sueños y derrotas.

Eres lumbre de desnudas, impúdicas espaldas
de caricias tibias, profanas, de besos robados
entre sutiles penumbras de todos los pecados
y de amores prohibidos en noches estrelladas.

Bajo tu luz desmayada, sin cuerpo ni heridas
yo me dormiré sobre mis esperanzas muertas
al caer en tu noche, entre mis soledades frías.

Manuel R. Romero Mazziotti -Argentina-

POEMA A MI PAPEL


Leyendo propios poemas
penas impresas trascendencias cotidianas
sonrisa orgullosa equívoco perdonado
es mío es mío es mío!
leyendo letra cursiva
latir interior alegre
sentir que la dicha se coagula
o bien o mal o bien
extrañeza de sentirse innatos
cáliz armonioso y autónomo
límite en dedo gordo de pie cansado y
pelo lavado en rizosa cabeza
no importa:
es mío es mío es mío.!!

Alejandra Pizarnik
Compartido por Consuelo Jiménez

IDLE WORSHIP: AN ALTERED FORTUNE


The golden sparrow fled away
From the hidden wall of faith,
Of idle worship in a nation
For original minds became slaves.
People shit their own fellowmen
In a great nation of sharing and caring,
Now stay slothful for their selfish chums
When She has been suffering.
She is with her shaken dreams
For these beggar means,
Men and women seek
Even after all the kicks.
Not uttering a word of mutance
Now in a bondage of silent hearts,
With raw wine by the agencies
Of appeasement for a vote
To a party in the power lane.
I never heard such oily love on bait
Such Beggar Means a shame
And a lollipop to paints Her pain,
When She is down they whistle for gain
All who sleep longer now get thier train,
For their silence and buried freedom.
They tear country for own pleasure
It is who heightened sense in suffer,
And suffer long for their good work
They spotted as mere labourers.
Their throats are now stifled
For the aches of their tags
Their love fade like in whore,
A shining nation is sinking
For we make idle roar.

Paramananda Mahanta

SON TUS LABIOS


La imagen puede contener: una o varias personas, texto que dice "Poeta Pptronix Son tus labios agua de manantial... son los míos sedientos, desierto de tus besos... ...y tan cerca tenerlos, Cúspide de mis anhelos."

Compartido por JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ

PERDÓN SEÑOR


La imagen puede contener: una o varias personas, texto que dice "PERDÓN SEÑOR! Por nosotros que decimos y no hacemos. Que hablamos y no vivimos. Que pedimos y no damos. Que nos "gustan tus cosas" pero no nos comprometemos. Que decimos serte fieles y muchas veces te olvidamos. Que queremos servirte y se nos ha olvidado lo que es servir. Que queremos ser los primeros en todo y nos olvidamos de los otros. Hoy, desde lo hondo de mi elevo a Ti mi oración, suplicándote... Perdón, Señor, Perdón!"

Compartido por Diosma Patricia Davis

SE LLAMA HISTORIA


Un espejo que se resistía a morir
cayó desde muy alto y entero
quedó en el vasto suelo
al ir a recogerlo
reflejó los rostros
que pasaron por el buscando verse y
todos se reflejaron
nadie por más fuerza que pusiera
al que a ser añicos se resistía
pudo alzarlo
pasaron los años los siglos las eras y el espejo
seguía ahí en el suelo
a cuántos su rostro ver querían
les anunciaba todo lo que en ellos veía
ahí sigue yaciendo y no solo eso
el espejo crece y crece
irrompible es su memoria
todos miran sus rostros en este espejo
dicen los entendidos
que se llama historia

Gonzalo Suárez

SIEMPRE CON AMOR


Siempre con amor marca tu camino así eternamente será apasionante,
un estado maravilloso,
donde se logran los más sublimes de los sentimientos.

María Cerminara

jueves, 23 de enero de 2020

CHARCOS / EL MUNDO


CHARCOS

Seguirán pasando
esos días de lluvia
donde los árboles
se reflejan en el suelo
dentro de los charcos
en que los niños saltan.
Nos miraremos en ellos
Y veremos...
Nuestros rostros viejos
y nuestras almas,
repletas de recuerdos,
vivencias, experiencias...
Niños y jóvenes
fuimos hace tiempo.
Y en esos charcos,
jugamos,soñamos.
¡Fuimos!...
Y se repitieron
los días de lluvia,
los charcos, el chapoteo.
¡Nuestros sueños!.
Llegó el sol y los secó,
desaparecieron, se fueron.
Y no tuvimos ya...
Dónde mirarnos
Y muchas ilusiones,
se diluyeron en ellos.
Pero algún día,
de esos de mucha lluvia.
Volverán
y nos miraremos,
otra vez en ellos
Y... seremos felices
por lo vivido
y por lo que queda
por vivir.

EL MUNDO

Y el mundo
que no se explica.
Y el mundo
que no se entiende.
Y ese mundo
que nos deja indiferentes
Con un frío
interior
Que no sabemos
explicar.
Hasta que alguien
tiene ese sentir.
Y compartimos
o al menos
lo intentamos...
Ese momento absurdo
que nos dio,
tanto frío interior,
desasosiego y miedo.
¡Pero ya pasó todo!
Y volvemos a vivir,
reír, llorar, sentir,
en compañía amiga
Compartiendo
nuestra vida.
Sin sentir ya... Frío.

María Luisa Heras Vázquez -Barcelona-

ME AGRADA SU AZUL


Despacio y en silencio...
Austero andar de claras pasajeras
que se adueñan de mis emociones
en aquel eterno orar
despacio y en silencio...
Miro perplejo a los soñadores
a los que pasan por allí arriba
y al que sobre las olas flutúa
Despacio y en silencio...
Abunda sobre mí el calor por su luz
acompaña una paz que me lleva
el viento es con esta introspección
Me agrada su azul
y el azul del astro acompañante...
Millones y millones de tiernas sirenas
invaden el nimbo de este mirar
una lágrima acaricia mi mejilla
y el viento cura mis heridas
y lo hace...
Despacio y en silencio...
Esta bóveda tierna y celestial
es la niña de mi ojos
que cura mi corazón
cuando deseo amor
y lo hace...
Despacio y en silencio...

Eliot Jesus Colina Gómez -Perú-

LA VENTANA


¡Siempre he estado aquí! Vacío llenando vacíos… espacio al recibo de espacios. Flanqueada en la inercia de los tiempos por cuatro poderosos brazos. Testigo activo de todo cuanto ocurre dentro y fuera de los muros que me contienen. Siempre he estado aquí, Ellos no. Sólo hemos coincidido en los instantes en que mi oquedad ha podido llenar la guarida de sus ansias y penas. Sus afectos han cambiado, se han dormido siendo amables y despertaron siendo ajenos.
Mi primer encuentro con Ellos fue queriendo llenar su corazón. Más habiendo concebido un hijo, los encontré ocupados. El único hueco que descubro está en ellos mismos, cuando recargan en mí su mirada gris y sus ojos como peces alargan la vista más allá de lo que el don de mi oblicuidad me permite alcanzar. Él, su índice y su medio van del cenicero a sus labios y de sus labios hasta el centro de sus suspiros. Ella, su vientre y sus rodillas pueblan de rocío la almohada y sus espacios interiores.
¡Cuántas veces en la transparencia de mi espacio han buscado el plateado resplandor de estrellas sobre el adoquín! ¡Lagos de luna y ríos en las calles húmedas de escarcha y llanto! El cristal de mi vestido se confunde con el ropaje de su tristeza y el total abandono. La pared que me sostiene: gruesos muros remendados y pintados tantas veces que ocultan por decoro las historias. Ella de pie, yo, depositada en la ausencia que de ella misma hace ella misma, me convierto en mensajera y la veo morir a cada instante. En su rictus de dolor descubro mi puesto de vigía. Contempla caer la tarde. La languidez de su mirada serpentea y se detiene en las figuras que al amparo de las sombras se prometen eternas. Con la llegada del anochecer, llega también el anonimato. Desde su acomodo, la calle se alarga hasta perderse.
Fuera de casa, una enredadera cubre partes del deterioro que ensombrece la fachada. Sus hojas tienen los tonos del limón y la pradera, y son sus puntas semejantes a las de una bailarina. En las formas caprichosas con que se sostiene altiva asoman, albas y pequeñas, las flores que inocentes anhelan completar el eterno ciclo de la vida. Él aguarda en su propia oscuridad. Yo puedo encontrar mi camino en el hueco que ha dejado el licor dentro de la botella. Todo se distorsiona desde aquí y el rostro que antes parecía bello, ahora tiene el metal de su mirada perdido en la distancia que hay desde su sitial hasta la cama donde Ella posa. El horizonte se dibuja entre sus dedos en el ir y venir del cigarrillo.
Los pliegues del cortinaje se deslizan con la brisa del amanecer invitándome a suplir con mis cuencas, sus lunas pasajeras. Vibran las notas del deseo y dentro de sí, destinan mi morada. Como si el sol quisiera participar en la danza del arrebato, resplandece; y junto a ellos, soy juguete del amor entre sus rayos. Se repite, se desdobla, multiplica y vuelve a casa, al rincón de los alivios, al traspatio del mañana, a las voces del sollozo que desgarra los recuerdos. Los amantes destierran el adiós continuo y eterno. Ya no hay brincos, y un descanso inesperado hace un alto manifiesto entre las sábanas. Observo de soslayo las figuras que se esfuman entre la pintura y sus capas. Me sorprenden ojos y tristes alas, ¡largas alas fugaces que se pierden entre los caprichos de otras formas!
Siempre he estado aquí. Son las sombras las que se han marchado. Es el viento que ha movido las íntimas honduras de mi yo aferrado al espejo de otros seres. ¡No habrá más camisas de fuerza en cada espacio, en cada amor que reúna, en cada amante que castre o en cada diluvio que beba! Demandaré mi sitio al atardecer de mis mañanas y al amanecer de mis recuerdos: ¡todo! Mientras tanto… ¡sigo aquí!

VIVIANA CARBAJAL -México-

CARRETERA


La carretera lo arrullaba y apenas eran las doce en punto marcando en el reloj que tenía la radio. Joseph, cansado, apenas con determinación cambiaba de estación para dejar de oír el sonido de la estática cuando perdía señal. Entre las estaciones con estática encontró una de las que dejan correr comerciales y una que otra canción. El chico se quedó sintonizado esperando que algunas voces de los comerciales le hicieran compañía en el largo viaje a su casa. Pasaron minutos, luego horas, hasta que Joseph sintió que no avanzaba o estaba perdido. No era su noche, la suerte no estaba con él, su camioneta perdía velocidad. El muchacho se orilló, para la poca suerte que tenía, con las luces aún encendidas se bajó maldiciendo, pero sin perder su expresión de sueño. Aunque su conocimiento en autos era nulo, no pudo encontrar algo que haya hecho detener el auto. Colocó las señales para que algún pobre diablo como él pudiera ayudarle, de nuevo los minutos pasaron y ningún auto alumbraba la carretera, solo la luna llena. Pronto se encontraba en su camioneta, descansando para esperar el amanecer. Hubiera sido mejor.
—Una de la madrugada—. Pensó mirando su reloj.
Poco a poco quedaba dormido hasta dejarse llevar por el abismo del sueño. Las ventanas de su camioneta parecían pintadas de un negro profundo a tal punto, como si galones de pintura negra había caído sobre ellas. Las nubes cubrieron por segundos la luna, la noche parecía eterna. Un golpecito en la ventana del conductor lo despertó. Una luz iluminaba la mano que lo señalaba.
—¿Sabes cuánto tiempo llevas aquí? —Preguntó la señora que sostenía la linterna.
El chico movió la cabeza mientras
—No. Habré dormido media hora, supongo—. Salió de la camioneta y la mujer le iluminó su alrededor.
—Son las tres de la madrugada hijo, te quedaste mucho tiempo dormido—. Soltó una risilla mientras se llevaba la mano a la parte posterior de su cabeza buscando en su cabello recogido como si algo le molestara. Algún tipo de nerviosismo.
—Soy Anna—. Se apartó dándole espacio para que el joven se acicalara.
—Joseph—. Dijo el chico mostrando una sonrisa forzada a pesar del enorme cansancio que cargaba.
La mujer lo invitó a su cabaña que estaba a unos kilómetros. A él le parecía extraño que alguien viviera en el bosque. Pero su segundo pensamiento se interpuso diciendo que tal vez era una escritora aficionada buscando despejar la mente. Accedió, pues podría tener al menos un lugar cómodo para dormir y esperar. Y hasta pasar algún momento candente con su anfitriona. En el trayecto hacia la cabaña, a lado de la Anna se percató que volvía a llevar su mano a su cabeza rascándose aún más fuerte.
—¿Está todo bien? —mientras seguía caminando y trataba de calentar sus manos. Anna volteó aún con la mano en la cabeza y respondió sonriendo
—Claro.
Una vez en la cabaña, la mujer le preparó un té e hizo que el muchacho lo tomara despacio para calentarse del frío infernal que los traspasaba. Empezaron a platicar en lo que amanecía; el muchacho perdió las ganas de consumar el sueño. La señora estaba atenta a él asintiendo y respondiendo cualquier pregunta del chico. Joseph pedía más y más té hasta el punto de servirse cinco tazas llenas. Anna parecía estatua, atenta a Joseph observando sus ojos.
Al chico le pesaba la cabeza por la falta de sueño; esa noche fue sin duda tediosa. Ella le quitó la taza que tenía en la mano y lo invitó a recostarse hasta dejarse arrastrar al abismo del sueño poco a poco. Se sentía fuera de sí, sus instintos ancestrales le decían que algo se aproximaba, pero no sabía cómo ni cuándo. Se movía buscando estar cómodo en el sofá que parecía piedra, pero se percató que al querer mover un dedo lo sentía pesado como piedra. Quiso gritar, chillar, mover los malditos pies del sofá, pero no podía, sentía una presión horrible en el pecho. Como perro asustado trató de forcejear, abrir los ojos y ver qué estaba ocurriendo. Algo tenía ese té, había sellado su sentencia. La señora tenía una presencia incómoda, extraña, de esas que te hacen revolver el estómago. Desde que iba en la solitaria carretera tuvo el instinto de peligro, que te hace voltear y asegurarte de que estés a salvo o listo para escapar. El muchacho abrió los ojos y vio de espaldas la mujer observando la oscuridad de afuera.
—¡Ya no aguanto, ya no aguanto! —chillaba Anna, rascando y picando con sus uñas violentamente la parte anterior de su cabeza al punto de arrancarse partes de la piel; pequeños pedazos quedaban entre sus largas uñas. Eso perturbó a Joseph, vio que sus uñas ya no parecían humanas. Su piel parecía más pegada a los huesos, podía mirar la forma exacta del cuerpo esquelético, sus pómulos cada vez más y más anunciados. Joseph mientras la veía hasta que pudo mover las piernas, cayendo del sofá. Boca abajo podía escucharla quejarse y maldecir quien sabe qué cosa.
La mujer se arrancó las ropas, dejando ver su cuerpo marcado por los huesos, las venas y arterias estaban visibles, levantadas y asquerosamente visibles sobre sus huesos. Era un saco pegajoso en su cuerpo. Su rostro mostraba confusión y muerte, era una calavera, sus ojos secos habían perdido el sentido de la vista.
El muchacho pudo recobrar su postura, habiendo pasado el efecto de dios sabe lo que tenía ese maldito té. Quedó petrificado al ver lo que quedaba de la humanidad de esa mujer. Su cara chorreaba no un líquido, sino su propia piel colgaba como grasa. La mujer pedía ayuda entre sus labios caídos; no podía articular una palabra hacia aquel joven asustado.
El joven la golpeó fuertemente quedando recargada hacia la pared. Antes de siquiera poder moverse hacia la puerta, observó una criatura, un parásito, tan enorme que parecía un capullo mugroso y punzante; secretaba un líquido rojizo, negro, putrefacto que tenía coágulos. Era sangre. Ese parásito, estaba fusionado a la mujer, una delgada pero penetrante aguja que salía de ese ser penetraba las cervicales hasta tocar el cerebelo que sin duda alguna estaba hecho papilla. La mujer ya no caminaba, se tambaleaba.
Salió huyendo hacia el bosque, hacia el oscuro y hambriento bosque, había olvidado todo, ni tiempo tuvo de ponerse los zapatos. Corría mientras trataba de aguantar sus exhalaciones para que aquel ser no lo escuchara. Entre la poca luz de la luna, se veía que iba dejando atrás lo que quedaba de aquel ser humano, ese saco de huesos. La silueta deforme del parásito cargado en sus hombros; abrazado a su espalda hasta la médula de sus huesos; los brazos ya no tenían forma de huesos, delgadas y más largas que hasta su piel colgaba de esos huesos forrados de un líquido oxidado. El muchacho escondido detrás de los pinos gigantescos apenas a unos metros de distancia de aquella cosa, que lo detectaba por el olor a sangre hirviendo, a sangre seca tan fuerte que era imposible respirar.
El pensamiento de querer siquiera moverse, lo condenaría. Este necio sentido común dio el más mínimo movimiento entre las ramas y hojas que detonó saber que había cometido un error fatal. El ser atravesó con su brazo penetrante los restos de la mujer, se postraba en cuatro, ya no mantenía siquiera una postura humana. El chico gritaba y se arrastraba, sin siquiera voltear a ver, su vista se nublaba entre la infinidad del bosque, no podía ni ver la carretera. Quién sabe cuán alejado estaba de su camioneta. Ese ser aún no lo mataba, estaba inmóvil como un animal atrapado, rugía, chillaba con todas sus fuerzas, raspaba con sus uñas la tierra en un intento inútil por escapar. Ya no sentía el dolor en su pierna. La cosa ya ni emitía un ruido. El silencio lo obligó a voltear para ver si solo jugaba con él para hacerlo sufrir más. Estaba justo atrás del chico, pero parecía una estatua, una estatua deforme que escupió algo del tamaño de una mano que cayó sobre su hombro, al querer apartarlo se movió rápidamente penetrando sus cervicales sin siquiera lastimarlo.
Desde dentro comenzó a sentir el escozor creciente que le ardía, seguido de un dolor punzante que atravesaba sus cervicales. El muchacho se revolcaba entre la tierra y las ramas podridas del bosque. Sus sentidos se agudizaban, y fue arrastrado a quién sabe qué parte del bosque.
—¡¡Sal de mi cabeza?! —sentía como manoseaban su materia gris. Estaba perdido, lo sabía, lo sentía en su poca conciencia. Hubo un estruendo hueco que sonó a pocos kilómetros del bosque, su cráneo estaba posado de una manera desgraciada, aquel ser se arrastraba lejos del cuerpo sin vida de Joseph.

PEDRO HERNÁNDEZ -México-

REDENCIÓN


Región Central de México, 1521

Era de noche.  En una barraca construida con ahuizote y pino se encontraba un centenar de mujeres cuidadoras de la Casa de la Diosa Tlazol, recluidas a la fuerza, amedrentadas por hombres grandes de piel blanca, quienes hablaban un lenguaje extraño, imperceptible. Pero no era necesario interpretar palabras. Sus violentos movimientos, el maltrato que les propinaban, su expresión de odio y asco, presentían que su vida tal y como la conocían estaba por colapsar. La incertidumbre y desconcierto que emanaban las indefensas criaturas se mezclaba con la densa bruma que impregnaba el ambiente, eran incapaces de despertar de lo que consideraban un mal sueño.
 Cadenas de hierro entrelazadas y enrolladas a gruesas columnas de madera aprisionaban a las mujeres que no intentaban liberarse, era imposible.  Había miradas de desasosiego y sus gargantas lanzaban de vez en cuando un leve gemido que acallaban de inmediato ante el temor de sufrir golpizas por las pieles blancas.
En la oscuridad de esa noche donde imperaba la espesa neblina apareció una joven acompañada de un xolotlescuincle,
Pequeña y delgada, ataviada con enagua negra que con múltiples grabados de media luna, con el torso desnudo llevaba lo que parecía un collar de ámbar que al observar a profundidad   era una víbora de cascabel que giraba lentamente en su cuello, portaba un huso de algodón sobre su cabeza, los largos y negros cabellos sostenían en la nuca una calavera.  Pintada de chapopote su boca y ojos, usaba nariguera semicircular de hueso, sus manos manchadas de sangre y sus brazos tatuados con símbolos sagrados. Caminaba lenta y segura por el poco espacio que dejaban las gentes atrapadas en la barraca, con mirada fría y a la vez con dedicada curiosidad observaba el panorama. El xolotlescuincle seguía sus pasos.
Se detuvo frente a una mujer, la principal cuidadora de su Casa, la cihualtlamazcaque esta levantó la cabeza al sentir una presencia extraña, reconociéndola de inmediato intentó postrarse para venerarla, pero los pesados grilletes sujetando partes de su cuerpo se lo impidieron. Tratando inútilmente de alzar sus manos hacia la figura que tenía enfrente, se limitó a implorar con desesperación.
¡Señora de la noche, de la tierra y de la luna, dadora de vida y muerte, guerrera de todas las batallas, tú que eres dueña de nuestros destinos dulce madre Tlazolteotl! ¡Perdona nuestras deudas y sálvanos de nuestra pesadilla! ¡por favor, ten piedad de tus amadas hijas que seguimos tus pasos por este mundo! ¡ayúdanos!
Quien escuchaba las súplicas contempló con paciencia a la angustiada mujer.  Respondiendo con la frialdad que hacía juego con su mirada.
—¡Mi pobre niña! ¡criatura desdichada! ¿no sabes que todo ha terminado para ustedes? ¿acaso no sabes que ni yo, ni tus otras madres podemos ayudarlas? ¡el Universo ha caído, no hay más remedio! La etapa oscura de sus vidas y la de sus crías ha llegado. ¡Vendrán más pieles blancas como estos a dominarles, a humillarles y asesinarlas, tendrán por destino la esclavitud! ¡serán nada! ¡Les impondrán una nueva religión, una donde les obligarán a olvidarnos! ¡religión que exigirá todo de ustedes y nada a cambio, solo la promesa de una extraña y ridícula salvación fuera de este mundo! las llamarán indias, será la palabra más denigrante con qué pudieran nombrarlas, esa palabra será motivo de odio, de desprecio, de deseo de exterminio, y aunque asesinarán a la mayoría, no será a todas, porque las mantendrán esclavas para servir a nuevos amos durante el resto de sus vidas. Las torturarán. Tendrán descendencia forzada con ellos y esta descendencia se avergonzará y se separará de ustedes. Quedarán en completa soledad llenas de pobreza e inmundicia.  Entonces tu pueblo se rebelará, pero nada les salvará porqué serán las pieles mestizas su descendencia, quienes les despreciarán y tratarán de extinguirles lentamente.   Además de alejarles de sus Madres y Padres, también les despojarán de sus tierras, de su modo de vida ¡serán objeto de burla! No hay nada que pueda hacer mi querida hija, tu gente por largo tiempo serán la   muerte en vida, en sus ojos quedará grabado este día y otros más tristes que están por venir.
La cara de la oyente pasó de miedo e incertidumbre a terror puro. Las palabras de la Madre Diosa desencadenaron pánico y sentimiento de abandono ya no solo en ella, también en todas aquellas que compartían su espacio y dolor en ese momento. Emitiendo un leve suspiro atinó a decir.
—¡Nantli Tlazolteótl, eres dadora de muerte, eres dueña de nuestros destinos! ¡si no podemos librarnos de esta maldición entonces llévanos contigo! ¡somos tus hijas! aunque no lo merecemos ¡ayúdanos!
La Diosa Madre observó con detenimiento al centenar de mujeres abarrotadas en ese espacio, volvió la mirada al pequeño acompañante quien permanecía quieto a su lado. Se dirigió a la cautiva diciendo.
— ¡Liberaré su zozobra! Las hijas que siguen mis pasos y que amo, ¡solo a ustedes!  ¡Las llevaré conmigo, les recibirá su madre la Señora del Mictlán! ¡Les compensaré por este sufrimiento mi dulce niña!
Sin más aviso, aparecieron numerosas criaturas calvas parecidas al acompañante de la Diosa Madre, todas ellas se colocaron enfrente de cada mujer atrapada en la barraca, sus pequeños hocicos escupieron esferas de piedra verde. Como pudieron, las manos aprisionadas tomaron el pago para entrar a la tierra de la Muerte, sus rostros se transformaron en pasividad y descanso, tenían la anhelada salvación.
 En ese instante se escucharon ruidos provenientes del exterior, la zona acceso estaba trabada, los celadores de la barraca se empeñaban en abrirla a patadas, después de insistir por fin volaron las puertas y ante ellos un escenario insólito, pasmados y desorientados contemplaban a cada una las prisioneras que permanecían inmóviles con los ojos abiertos, con semblante tranquilo y con el pecho partido, había un gran hueco donde se supone estaba el corazón. La oscuridad de la noche permanecía, pero la espesa bruma se había disipado.

MÓNICA ROBLES -México-

UNA EXTRAÑA PETICIÓN EN UN PIANO BAR


Te costó más de cuatro décadas deshacerte, o acaso todavía no, de los prejuicios heredados por tu madre; porque cuando estabas cruzando el portal y te recibía una chica de breve falda y profundo escote, recordabas que el pecado es un invento redituable, que allá donde estaba tu madre, se repetía día a día. Sólo veía al altísimo y escuchaba al mismísimo Handel dirigiendo la orquesta de ángeles y querubines interpretando El Mesías.
Ella, entrenada como estaba para detectar mojigatos de cartera abultada, cogió tu brazo. Imposible evitar el calosfrío que recorrió tu cuerpo al sentir la carne firme y cálida de su pecho izquierdo junto a tu brazo mientras te conducía en la semioscuridad del bar. Te ofreció la diminuta mesa que quedaba oculta tras el cubertero de los meseros, te sentó a contraluz y frente a ti apoyó los codos en la mesa al tiempo que juntaba sus manos provocando alevosamente levantar sus pechos.
Mientras intentabas desviar la mirada de su hipnótico escote, con voz juvenil llamó al mesero. Él te reconoció de inmediato, y ofreció una disculpa al tiempo que con un ademán le indicaba a Ella que se retirara. Bajo el efecto de su par de prominencias y en un intento de seguirla, con torpe movimiento tumbaste la mesa. El ruido atrajo las miradas que te llenaron de pánico; tropezaste con una de las patas y poco faltó para que cayeras encima de una mujer de considerable volumen que te miraba con desprecio; los rápidos reflejos del mesero los salvó a ambos. Acomodaste tus gafas y, vacilante, te dejaste conducir por él hasta la lustrosa barra donde te recargaste sintiendo de pronto un agudo dolor en el tobillo. El sonido de los hielos en el vaso que acercó el barman despejó tu mente. Levantaste la cara y en el reflejo de la vitrina del bar buscaste a Ella. La misma treta que hacías de niño en la sala de la casa donde vivías con tu madre y tu abuela, para mirar el carnaval. Aquella casa en Manuel Velazco 803, de grandes ventanales y gruesas cortinas grises. Te estaba prohibido siquiera asomarte a la ventana. La música tropical, el pecado, los carros alegóricos, el pecado, la gente paseando, el pecado, Juan Carnaval, el Rey Feo, los vendedores ambulantes, los turistas bebiendo, el pecado, las comparsas, los hombres y las mujeres semidesnudos bailando, el pecado, las mujeres de suaves curvas, el sudor sobre sus cuerpos bronceados, el pecado, tu madre y tu abuela horrorizadas alejándote de la ventana.
Se juntaron tu mirada y la de Ella al tiempo que el administrador te indicaba por dónde subir al reducido escenario. Sentado frente al piano sentiste el hormigueo en tus dedos, y al alma regresar al cuerpo. Te olvidaste de Ella y tocaste, tocaste para ti, tocaste hasta que el abucheo fue tal que el administrador tuvo que subir al escenario para pedirte que intentaras con otra canción.
—¿Otra canción? Preguntaste asombrado. Solo traje las partituras del concierto Número 21 de Mozart.
—¿Las parti qué...? — Preguntó al tiempo que fruncía el entrecejo y levantaba su ancha nariz. La rapidez con la que cambió su rostro, cual, si se hubiese puesto una máscara para voltear hacia los clientes que esperaban que bajaras del escenario, te heló la sangre. La cara de odio de tu abuela al acercarse a ti, y de completa adoración al instante siguiente para contemplar a tu madre. Tu instinto de conservación te ordenó correr escaleras abajo, pero tu adolorido tobillo no obedeció; quedó torcido de tal manera que el astrágalo casi rompe tu calcetín de vicuña.
Fue Ella quien reconoció en tu mirada el dolor intenso; subió al escenario y te entregó un viejo violín. De pie junto a ti atrajo las miradas del público. Cuando el silencio se hizo fue Ella la que, primero tímidamente y después dominando el piano bar, cantó. Como víctima de un hechizo sentiste el hormigueo en tus dedos y una corriente recorrer tu médula espinal.
El efecto del Requiem aeternam dona eis, Domine et lux perpetua luceat eis siempre te ha hecho levitar; levitar y olvidar al resto del mundo. Olvidar a tu abuela, a tu madre, a tu abuela embelesada frente a tu madre desnuda, y tocaste, tocaste para ti. Esta vez no hubo abucheo, el asombro dominó al público y cuando, exhaustos tú y Ella, dejaron flotando en el escenario la última nota, fue la mujer de enorme volumen la que, de pie sobre la mesa los vitoreaba. Como salido de un letargo, poco a poco fuiste consciente de lo sucedido. Esta vez pudiste levantarte y sin soltar el violín bajar del escenario para contemplar a Ella desde abajo. Fue ese gesto tuyo el de darle todo el crédito a Ella el que hizo que las demás mujeres que lo presenciaron te cercaran hipnotizadas. Poseso como estabas de la figura de Ella en el escenario, no sentiste la humedad de los labios ni las manos impúdicas que tocaron tu cuerpo. Fue solo hasta que el administrador con voz de maestro de ceremonia, pidiendo una ovación para el recién descubierto dueto, rompió el hechizo. De nuevo fuiste el blanco de las miradas. Te faltó aire y te flaquearon las piernas, y otra vez la oportuna intervención del mesero te salvó. Ya en la barra y con un torito en la mano pudiste soportar la cercanía de Ella. El estremecimiento que provocó su aliento cálido cercano a tu oreja se convirtió en rigidez completa que sólo pudo vencer el asombro que te provocó la más extraña petición que alguien te hubiera hecho.
Con un fino y estudiado movimiento de su mano, fue la mujer obesa la que levantó tu quijada para cerrar tu boca; con delicado tacto te retiró las gafas empañadas. Por reflejo natural parpadeaste repetidamente y, girando levemente tu cara en movimiento zigzagueante, contemplaste alternadamente los rostros de las dos. Una mirada de complicidad había en ellas. Tu desamparo y el alcohol se combinaron. Volviste a no existir entre las dos presencias. Tu madre en éxtasis reposando en el chaise longue; tú sentado con los pies de tu madre sobre tus piernas y tu abuela hincada sobre la alfombra de chenilla lamiendo los pezones erectos de aquella.
No fuiste capaz de negarte, te resignaste al destino de la insignificancia; las seguiste al fondo del piano bar. Entraron por una puerta que conducía a una bodega oscura, ibas detrás de ellas. En el umbral dudaste. Con un movimiento grácil de su hombro Ella te animó a seguirlas; hipnotizado por su mirada avanzaste. Con su enorme cuerpo la mujer te impedía retroceder, Ella se acercó a ti y pasó sus manos por detrás de tu nuca; el filo de sus uñas en tu cuero cabelludo te provocó una corriente eléctrica que recorrió tu cuerpo desde el lóbulo parental hasta el calcáneo. Tu adolorido cuerpo, presa del deseo no satisfecho y prensado entre los cuerpos, creció hasta no caber en tus Hermes. Fue Ella la primera en notarlo. Con cara de fingida inocencia se apartó de ti para soltar la cinta que sujetaba su abundante cabello, con apretado nudo la sujetó a tu nuca; se aseguró también de que tus ojos estuvieran cerrados bajo la cinta. La sangre bombeaba dentro de ti; parecía reventar tus oídos y no te fue posible escuchar los pasos a tu alrededor ni identificar de dónde procedía la voz de Ella cuando te pidió que la besaras; sentiste unos cálidos labios sobre los tuyos y un líquido caliente bajar por tus piernas. Tu abuela encolerizada obligándote a permanecer de pie sobre el charco de orín que dejabas en su amplia habitación cuando con su lengua recorría la entrepierna de tu madre, y tú debías repetir sin parar el Ave María.
—¡Qué asco! Escuchaste decir al tiempo que de un empujón te tiraron al piso.

MARÍA GUADALUPE OLVERA ZABALA -México-

AMANTE DEL BRILLO


Las aves silvestres son abundantes, revolotean sin ser molestadas y si observas con atención puedes diferenciar los distintos tipos de trinos y parvadas.
Negras aves de graznidos fastidiosos que al vuelo en parvada ensombrecen el cielo aturdiendo los bellos trinos del “pájaro de las cuatrocientas voces”. Por las tardes reunidas en los árboles esperan la llegada del ocaso ante los tonos granas de un atardecer para finalmente mimetizarse con la oscuridad de la noche y perderse entre la marejada verde de las hojas.
Resalta un ave con cuerpo reluciente que toma distintos colores; en ocasiones verde, azul, morado y a veces todos en iridiscente tornasol, luces de burbujas subsisten en su fantástico plumaje.
Sus ojos; pequeños soles circundan pupilas negras absorbentes de toda luz, son huecos profundos que propician miedo. Flanquean un pico fuerte que ostenta surcos como consecuencia de la defensa de su territorio, búsqueda de alimento y peleas por objetos que adornen su nido.
En la copa del árbol hace su morada con ramas, hojas secas y trozos de basura resplandeciente; entre sus cosas guarda aretes y fragmentos metálicos que brillan reflejando la luz de la luna y las estrellas. Tiene un gusto especial por los objetos que destellan. Siempre astuta, aprovecha la luminiscencia que atrae a los insectos. Comida a domicilio.
La vista panorámica del pueblo desde las altas arboledas muestra lo que por costumbre tenía a mi alcance y no disfruté.
En el intento de ubicar aquellos lugares que fueron de mi agrado, detengo mi recorrido visual ante un tumulto de gente que se arremolina; el lugar me es familiar. ¡Allá me sentaba a ver y escuchar a las aves!
Hay un hombre tirado en el césped y a su alrededor algunas personas se llevan las manos a la cara, la cabeza, se cubren las bocas y otras caminan de un lado a otro. Me siento desconcertado y trato de encontrar sentido al suceso.
Me sorprendo al descubrir el rostro ensangrentado del hombre; un globo ocular cuelga fuera de su cuenca, mientras que en la otra solo tiene jirones de carne y piel.
Un fuerte aleteo llama mi atención y a mi lado un ave lleva en su pico una esfera enrojecida; aún tiene el leve brillo lagrimal que se ha ido opacando por la resequedad del ambiente.
El pájaro deposita la reciente adquisición en su nido; intento salir de mi estupor y busco explicación para lo acontecido, aguzo los sentidos al lugar de aquel hombre y descubro que soy yo.

MARTÍN HERNÁNDEZ -México-

HUMANOS DE MENTIRAS


Los budistas creen en la reencarnación, le llaman la rueda del Samsara, un ciclo de vida, muerte y encarnación, que estamos destinados a repetir hasta alcanzar la unión con Dios. Hace algunos años, durante su visita a Francia, un joven le preguntó al Dalái Lama:
—Si es real la rueda del Samsara, y los humanos reencarnamos, ¿por qué hay ahora más habitantes en el planeta que hace mil o dos mil años?, ¿de dónde salen esas personas?
El hombre santo respondió:
—Hay humanos de verdad y también humanos de mentiras.
El ambiente se puso serio por unos momentos; hasta que el viejo monje soltó una carcajada. Todos los presentes lo entendieron como un chiste y rieron también. Yo igual creí que fue una broma, hasta la semana pasada.
Tenía dolor en la garganta, estaba afectando mi tiempo de sueño, por lo que decidí sacar cita con el médico. La programé después de mi turno de trabajo. Luego de explicarle lo que me aquejaba, aquel sacó su bloc y comenzó a prescribir medicinas. Mientras esto ocurría, una persona entró al consultorio. Yo me encontraba de espaldas a la puerta, sólo pude ver la cara de molestia del doctor quien le dijo al hombre que si por favor podía esperar en la sala hasta que llegara su turno.
Lo que ocurrió aún no he podido sacármelo de la cabeza. Con el rabillo del ojo, me di cuenta de que era un hombre alto. A pesar de que el doctor le dijo que se marchara, se quedó quieto en la puerta. Viré y le observé, para saber por qué no se movía. Noté algo raro en su cara, como si estuviera borrosa, no podía distinguir sus facciones. Esto me confundió. Aparté la mirada, pero la curiosidad me llevó a volverlo a observar. E difícil ponerlo en palabras, pero era como si fuese un error o un glitch, una imagen corrupta de vídeo. La cara del hombre se mostraba con distintos colores y errores, como si estuviera pixelada. Esto ocurría de manera intermitente, podía ver su cara normal, con las cejas gruesas y el bigote negro, y por fracciones de segundo la distorsión se presentaba. No entendía, pero dejé de mirarle por miedo a que el hombre preguntara porque le veía. Quizás era una alucinación provocada por mi falta de sueño.
El hombre salió, cerrando la puerta tras él. Hubo un silencio largo, no me atreví a decirle nada al doctor, y este sólo veía su computadora. El médico miró sus apuntes, soltó el bolígrafo y me preguntó:
—¿Vio su cara?
Respondí que sí.
El doctor continúo contemplando sus apuntes y me dio las prescripciones. Comprendí que sea lo que sea que hayamos visto, el doctor no estuvo dispuesto a discutirlo, simplemente cambió el tema, me entregó los papeles y me pidió que me marchara.
Salí del consultorio y vi al hombre esperando en la sala, no era sólo él. La niña en brazos de una señora de diadema floreada. La enfermera que tomaba el pulso a un anciano. La mitad de las personas en la sala de espera tenían aquel glitch en la cara. A partir de ese día puedo ver a los humanos de mentiras.

J.R. SPINOZA -México-

POR LA NOCHE


Por la noche acudí a mi clase, antes de terminar, el compañero que me lleva a casa salió presuroso, todos se fueron, me quedé sola y sin forma de transportarme. Lo lamenté —a esa hora no hay colectivos—, comenzó a llover, desee que no se hubieran ido, lo anhele tanto que se me concedió un poder: volver el tiempo atrás.
Por la noche acudí a mi clase, al terminar abordé el coche del compañero que me da ride a casa. El pavimento estaba resbaloso, la lluvia no daba tregua al parabrisas y en el camellón los oyameles balanceaban sus ramas lustrosas. Seguimos la ruta de la avenida cuesta abajo y llegamos al cruce de bulevares, el semáforo estaba en verde.
Del oriente, intempestivo apareció entre la lluvia un tráiler, no hizo alto; mi compañero gritó, intentó frenar a la vez que la caja se hacía grande ante nuestros ojos. El tiempo fue en cámara lenta, inició la danza entre metales, el tráiler giró a la izquierda, nosotros a la derecha 1,2,3,4, las luminarias en redondel observaban y mi pelo volaba... los oyameles alineados, la última imagen bella.

GABRIELA ESCOBAR ZAPATA -México-

LA POLILLA


La casa campestre se encuentra a la orilla de aquel pueblo rural, tiene las paredes forradas de madera; pisos vigas, todo con olor a pino en aquellas regiones tropicales; una tentación para las polillas, depredadores de la madera en las zonas húmedas. Su hábitat perfecto.
En la oscuridad de aquella noche sin luna, figuras como gusanos enormes, detrás de otro monstruoso gusano tres veces más desarrollado, se reparten cada costado. Sus ojillos brillantes degustaron el banquete, iniciaron la destrucción, sus dientecillos en la madera hacen un ruido característico, y provocan la salida de los moradores al ver su casa destruida. Tuvieron que correr. No así un anciano abandonado por la familia, quien fue incluido en el postre de estos insectos.
Fayo nació entre aserrín y maderas; las lijas y el martillo fueron sus juguetes. Mezclaba su teta con aserrín (como algunos bebes comen tierra), desde entonces lo olía y lo probaba, primero en pocas cantidades, hasta irlo mezclando con su leche.
Siendo niño diario hacía limpieza al taller; después ya pulía la madera, serruchaba y se escondía para comer aserrín; prefería el de madera suave, sin resina, lo mezclaba en su refresco. La madera es su elemento natural, sus componentes no afectan a su organismo, pero en su cerebro producían cambios; y su cuerpo adolescente emanaba el característico olor a pino que se respira en los aserraderos cuando el viento pasa entre los paquetes ya cortados.
Hombre joven, su pasión por la madera lo llevó a fabricar los muebles más famosos en la región teniendo como ayudantes a sus hermanos, que aprendían los rudimentos de la carpintería compartiendo la excelencia en el oficio. Se hizo conocido por sus excentricidades, seleccionaba la madera más suave y blanca, hacia sus reservas y a escondidas los cortaba en pequeños trozos y con dientes que se le hicieron fuertes y afilados, devoraba sus raciones de madera. Ignoraba que sus hermanos conocían su secreto, pero el afecto que le tenían los hizo ser discretos.
Creó un mueble que satisfizo sus exigencias como maestro carpintero, admiró su obra hecha con madera de la zona de Chihuahua. No quería dejarlo ir, era una cocina integral con vistas de aluminio en color chocolate. Cuando quedó montada, su cuerpo convertido en pequeña larva de polilla se adhirió a la suave madera. Con sus dientecillos escarbó hasta introducirse en la madera junto a otras larvas de polilla; impregnado de olores y sabores se hizo su vida intensa.
El tiempo de vida de una larva dentro de la madera de 4 años, pero Fayo empieza a hacer más grande el agujero donde se encuentra; el tiempo de salir aún no le llegaba. Tenía un año y su cuerpo empieza a crecer, tiene que hacer más grande su espacio. Sale de la prisión de la madera, seguido por un pequeño ejército de gusanos, pequeños pero capaces de devorar muebles en minutos. En temporada de lluvias las polillas son más activas, y se trasladaron a otras casas para, con sus colmillos amenazadores, al ocultarse el sol, ser la maldición para ese pueblo.
Los estragos de Fayo y su grupo se hicieron evidentes, arrasaron una casa a las afueras del pueblo, entraron a los hogares a devorar muebles, puertas, y si algún habitante de la casa se rezagaba, también lo devoraban.
Los hermanos de Fayo, salieron en su busca, mientras los encargados de la seguridad trataban de aniquilar a estos monstruos sin mucho éxito. Fayo se alejaba del peligro, hasta que fue encontrado por sus hermanos. Lo vieron convertido en una criatura con una desviación psíquica o metabólica; nunca se supo en realidad.

FÉLIX MARTÍNEZ -México-

LA PELOTA


La pelota voló en curva y entró por una de las ventanas del segundo piso. Apenas dio el puntapié, al pobre niño le comenzaron a llover insultos y abucheos. La ventanita por la que el esférico se coló limpiamente no medía más de un metro y hacía tiempo que le habían quebrado los vidrios. Si alguna vez Miguel se hubiera propuesto hacer un tiro como ése, jamás lo habría logrado; intentaba meter el balón en la portería delimitada por dos piedras en la calle y no en la casa abandonada. La proeza era de una vergüenza enorme.
— ¡Ves por el balón Mantecas, rapidito! ¿Qué te quedas ahí parado? —lo presionaban sus compañeros de juego. —¡Muévete gordo!, el balón no se va a traer solo.
Miguel se acercó a la casa y permaneció unos instantes entre dos columnas de concreto que marcaban el límite entre la banqueta y aquel recinto. Era una casona tipo americana, de madera y techo alto de tejas que había quedado abandonada, y al cuidado único del tiempo durante años. Había sido la casa más hermosa del vecindario, con paredes rojas brillantes, un bello ante jardín de rosas y tulipanes, y un pórtico alto con columnas blancas donde todas las mañanas el aire se empapaba del canto de periquitos que revoloteaban dentro de sus jaulas. Eso fue años, antes de que Miguel naciera. Al día de hoy, las paredes apenas lucían un rosa muy pálido y eran poco a poco consumidas por el verde de enredaderas que crecían desde uno de los costados. Pocas de sus ventanas mantenían algún resto de vidrio empolvado. Era el tipo de casa de las que se inventan historias. Se decía que por las noches se escuchaban gritos y llantos provenientes de sus habitaciones, que era hogar de brujas horribles que se transfiguraban en lechuzas y salían volando de entre el tejado maltrecho; que había muerto un niño, que la habitaba la llorona, muchos cuentos.
Los padres prohibían a sus hijos entrar a esa casa. No les gustaba que jugaran cerca de ella, porque una casa abandonada suele atraer malos huéspedes. El papá de Miguel no hablaba mucho con su hijo y nunca le había explicado estas cosas, aun así, el chico sabía que no debía entrar.
Dudó y estuvo a punto de regresarse, pensó en lo mucho que le había rogado a su papá para que le comprara ese balón. Solo por eso los otros niños de la cuadra lo habían dejado jugar, ahora lo miraban y presionaban desde la calle. Gritaban los muchos apodos que le irritaban: dale Mantecas, apúrate Gorda, muévete, Porky, te estás tardando. No podría aguantar que ahora le llamaran cobarde, no lo iba a permitir.
Atravesó la hierba que le llegaba por encima de los hombros y se le metía en los oídos. Llegó al pórtico, subió los cuatro escalones y se agachó para no golpear su frente con una parte del techo caído, sostenido apenas por la única columna que no había cedido a la gravedad. La puerta estaba entreabierta. Era muy pesada y le costó abrirla lo suficiente. Dio un paso dentro de la casa y agitó las manos bruscamente frente a su rostro tratando de quitarse las telarañas de la cara. Recordó, que, jugando con sus muñecos en el patio trasero de su casa, encontró uno de sus suéteres, tirado entre cajas, fierros y plásticos que acumulaba su papá. La prenda debió permanecer ahí durante meses y ni siquiera recordaba haberla perdido. Cuando la levantó estaba tiesa en la parte de arriba y mojada en la parte de abajo, cubierta de hongos y caca de pájaro, el olor lo había hecho arrojarlo lejos. Así apestaba la casa.
Observó las escaleras a su izquierda, metros adelante, y sin pensarlo dos veces se dirigió a ellas. La luz de la tarde filtraba entre las ventanas y agujeros en las paredes roídas; era muy poca para iluminar el área, y no tardó en tropezar y golpear de cara al suelo. El cachete le ardió por el duro golpe y ahí tirado, sintió una pequeña corriente de aire que soplaba desde abajo. La casa tenía un sótano. Miró entre las comisuras y agujeros de las tablas, bajo sus manos había vacío negro que le pareció infinito. El miedo se apoderó de él y se levantó veloz. La rodilla le dolía un poco por el golpe, pero apresuró el paso y subió las escaleras, sosteniéndose fuerte del barandal y cuidando de pisar bien cada rechinante escalón.
En el segundo piso se sintió un poco más tranquilo, la luz del sol se colaba por las ventanas, paredes y tejado. La ventana por donde entró el balón estaba justo detrás de él. Caminó por un estrecho pasillo que conectaba tres habitaciones, todas sin puertas, abrigadas por el calor de la tarde. Supuso que su pelota debió rodar dentro de alguna. Se asomó en la primera. Encontró la pequeña base de una cama de metal oxidado, colgadas de las paredes (no supo decir si fueron verdes o azules), fotografías en las que podía distinguirse algunas siluetas. El techo tenía una gran abertura por donde caían las enredaderas. Observó bien cada rincón, su balón no estaba ahí.
Estaba a punto de entrar en la segunda recámara cuando escuchó un ruido en la habitación al final del pasillo. Tac, tac, tac. Algo golpeaba contra la madera. Tac, tac tac. Miguel permaneció inmóvil, tratando de borrar las muchas ideas que aparecían en su cabeza sobre lo que podría ser el ruido, y tratando de encontrar valor para ir a averiguarlo. Tac, tac, tac. El ruido se hizo más fuerte. Vio cruzar el umbral de la tercera habitación su pelota, rebotando una y otra vez. Tac, tac, tac, se hacía el eco cada vez que el balón bajaba. Tac, tac, tac. El balón botó otras tres veces frente a él, en el mismo sitio, antes de avanzar nuevamente hacia donde él se encontraba paralizado.
Quiso gritar, pero no salió nada de su boca. En un choque de adrenalina giró sobre sí mismo e intentó correr hacia las escaleras; pero era torpe y no presto atención al lugar donde pisaba. Una vez más, tropezó y cayó. Esta vez le pareció que se golpeó contra el suelo al menos dos veces. Cuando se levantó, ya era de noche. Se sentía confundido, pero no le dolía nada.
—Pensé que no te ibas a levantar.
Vio a un niño, más o menos de su edad, de ojos verdes y tristes, con uno de aquellos peinados de hongo con el que las mamás torturan a sus hijos; vestía con un overol y era bastante barrigón, como él.
—Es mi balón. Entré aquí buscándolo.
—No pensaba robártelo. Solo quería verlo. —le entregó el balón—Tus amigos ya se fueron.
—No son mis amigos.
—Yo tampoco tengo muchos amigos. De hecho, no creo que tenga uno.
Miguel sintió la tristeza en su voz. Le arrojó el balón y el otro niño lo atrapó.
—Si quieres podemos jugar un rato.
—Me gustaría.
El chico le regresó el balón arrojándolo por encima de su cabeza y Miguel apenas si lo atrapó. Se alejó un poco en aquel oscuro sótano y se lo regresó con fuerza.
—Soy Miguel, por cierto.
—Me llamo Rubén.
Ahí permanecieron los dos jugando durante horas, días, años. Nunca más se separaron.

EDGAR A. RIVERA -México-

HOMBRE WAYAK



—Si alguien me preguntara desde hace cuánto habito este lugar, no sabría qué contestarle. A alguien (o “algo”) como yo, el concepto de tiempo le termina siendo vano. Podría decir que he visto nacer y morir a cientos de árboles y que, desde que tengo razón, he jugado con el viento, el agua, la tierra y todo lo que en mí pueda existir. Pero si me preguntaran desde hace cuánto soy el hombre wayak’ diría que desde hace diez días.
Fue ese aroma, así inició. Llegó de la nada para envolver y eclipsar cualquier otro. Dulce, suave, ácido, intenso… lo seguí mientras intentaba descifrarlo, y cuando al fin encontré el origen del cual provenía, no pude hacer más que contemplar. En un principio no me pareció algo extraordinario. Conocía a los de su especie, al hombre. De vez en cuando merodeaban en grupo por mis alrededores y cazaban a mis animales; pero ella tenía algo diferente, hipnotizaba y cuando lo advertí ya era tarde.
Su oscuro cabello le caía en finas ondas hasta la cintura, balanceándose a la cadencia de sus pasos que, a su vez, iban dejando una débil huella sobre la tierra humedecida de aquel sendero. Su complexión, delgada y ágil; y esos ojos brillantes color ámbar que contrastaban con su piel cobriza, despertaron en mí algo que pensé destinado solo para otros.
 Habría caminado un buen tramo desde que yo la observaba, parecía alerta, y poco a poco sus delicados movimientos fueron adoptando un singular recelo, hasta que no dio un paso más. ¿Quién anda ahí? preguntó y recorrió con la mirada el lugar esperando una respuesta, pero allí no podía haber nadie para contestarle, no sin que yo lo hubiera percibido antes. Será mejor que salgas de tu escondite advirtió. Y por un momento, pensé en la posibilidad de que me estuviera hablando a mí, que supiera de alguna forma de mi presencia, que la observaba, pero ¿Sería eso posible?
Continuó su camino y se desvanecieron mis dudas mientras ella seguía adentrándose cada vez más hasta que la noche se lo impidió. Fue ágil al encontrar refugio, más que cualquiera que hubiera visto antes. Y ahí se quedó dormida, entre los nocturnos susurros del lugar.
Pasaron los días, y para entonces ya me había acostumbrado a su aroma. Fui su acompañante en largas caminatas, su protector, su público, su servidor, su. Y así estuvo bien durante un tiempo. Hasta aquella ocasión en que la vi desnuda, cuando se encontró con un brote de agua de rocas y comenzó a desvestirse. No tardó mucho. Una a una, sus prendas cayeron sobre la tierra mientras se acercaba apresuradamente al agua. Al llegar al borde ya nada la cubría, sin embargo, se detuvo. Y acarició su mejilla con el dorso de la mano mientras se veía reflejada en el manantial.
Su piel se erizó al primer contacto con el agua helada. Se sumergió y me sumergió por completo. Lo que tenía, a lo que estaba destinado, ya no era suficiente. ¡Quería ser un hombre! Y bajo una condición, con ayuda del viejo jorguín, me convertí en uno. En el hombre Wayak. Tardé tres días en tenerla de frente, y siete en hacerle el amor. — le dijo él mientras la abrazaba por la espalda, atento.
La posibilidad de que no le creyera eran grandes, pero tenía la esperanza. Una esperanza que se iba haciendo más y más pequeña mientras ella, inalterable, observaba las ramas mecerse bajo el claro lunar.
—¿Y…? — dijo la mujer al fin. —¿Cuál era la condición?
—Diez días. — Suspiró. Hubo un largo silencio y ambos se quedaron dormidos.
A la mañana siguiente ella despertó sola. Preguntándose si aquello habría sido un sueño o una alucinación. Tomó el montón de hierbas, frutas y hongos que estuvo recolectando en el camino y fue arrojándolos, poco a poco, durante todo el trayecto, hasta que traspasó los límites del bosque y desapareció, llevándose su aroma.

BRISSA OCHOA -México-

TAREA MUNCHAUSEN


Cierro los ojos y puedo recordar aquella vez que la tuve en mis brazos; su suave olor a lechita agria, los carrillitos tibios, su pequeño cuello que podía sostener con una mano, y el tono rubio en su vellosidad de recién nacida; apenas podía con mi entusiasmo, mi mano libre temblaba. Exhalé profundo y sumergí la punta filosa en el rollito michelín que tenía por brazo. La cantidad exacta de miligramos, no más, el resto es sólo paciencia.
Meses antes, estando de compras me había encontrado un adorno de pared en el departamento de bebés, era la silueta de un árbol con unas manzanas desprendibles; en cada manzana se coloca la foto del bebé y éstas a su vez adornan las ramas del árbol. Era perfecto para mi cuarto.
La nena de los carrillitos tibios era la segunda de mis víctimas y merecía un lugar en el árbol de la muerte.
Por eso cuando el profesor nos encargó de tarea escribir sobre “Dos niñas aparecen colgadas en un mismo árbol”, mi corazón latió muy fuerte, estuve a punto de pararme y salir corriendo.
Estar ahí no era casualidad, pasaba muchas horas en el hospital y el doctor recomendó una actividad ajena a mi servicio como enfermera:
—Es usted muy dedicada pero no puede seguir trabajando tanto; “escritura terapéutica” eso es lo que le recomiendo, inténtelo.
Y aquí estoy, viendo a mis compañeros del taller de escritura frente a mí, que atienden la clase atentos; y yo tengo que poner una mano en mi boca, tengo que cubrirla, no quiero que vean que no puedo parar de sonreír.

BEATRIZ M. MÉRIDA -México-

ESENIO


La presencia de Emmanuel es imponente, las blancas investiduras que cubren el cuerpo recio y flexible del hombre de 30 años anticipan la ceremonia.
—Emmanuel, bienvenido. ¿Cómo te sientes? —pregunta el anciano, mientras le abraza; igual va cubierto con ropa de ceremonia.
—Hoy me retiro y empezaré mi último viaje, Gran Maestro.
—Así sea, todo se ha preparado. Dime ¿cómo te sientes?
—Muy bien. Si ustedes están preparados, iniciaré la obra.
—Estamos preparados y sabemos que a ti ya te esperan —le dice mientras cubre de aceite los pies y manos de Emmanuel—. La virtud acompaña tus palabras y por ellas unos cambiarán, pero por ellas todos seremos juzgados el último día.
Mientras acomoda sus ropas, Emmanuel pregunta:
—Maestro, sabemos que el derramamiento de sangre al final sucederá. ¿Entienden mis hermanos que muchos no aceptarán el nuevo mensaje y que tampoco comprenderán el sacrificio final?
—Es inevitable que así suceda, aun de entre los elegidos algunos se perderán —continúa hablando el anciano—. Para que la ley se cumpla y el testamento nuevo entregue su herencia, es necesaria la muerte del testador.
—Tu vida será exaltada y se enaltecerán tus enseñanzas —mientras clama el anciano, cubre cuidadosamente con un manto hermoso los hombros de Emmanuel.
—Gran Maestro, que mi voluntad sea Su Voluntad.
—Tus santos hermanos y ángeles te acompañaremos, aun cuando no puedan vernos, siempre estaremos contigo; así sea, hasta el último momento.
—Me encontrarán con los enfermos a los que sanaremos —dice Emmanuel y es Él quien ahora unge al anciano—, viviré entre los más pobres y los despreciados, nunca tendré morada fija; quienes me acompañen serán mis amigos y testigos, caminaremos juntos, siempre acechados por sacerdotes y romanos, fanáticos y opresores, artistas de la mentira, muchos.
—Así sea. —le contesta tomando un nuevo aliento—. Hemos visto tu gracia crecer y llevas contigo el ministerio de sanidad. Tus palabras son fruto de la sabiduría y las cubres de poder singular —dice el anciano mientras se ciñe las ropas—. Permitirás que sus oídos te escuchen y sus ojos contemplen sin comprender.
—Revelarás tu destino, primero a los doce que te han mostrado; luego ellos salarán la tierra y con sangre legará el testimonio a todas las naciones.
—Ahora mismo nuestro hermano que clama en el desierto prepara el camino —dice Emmanuel.
—Sí, después de ti, otros más que enviaremos, caminarán juntos. Y acontecerá que tu nuevo nombre les será revelado, y así todo hombre, mujer y niño conocerá tu obra.
—Y quienes acepten la redención, proclamarán con fe la santidad de tu nombre, dando testimonio y frutos dignos de arrepentimiento, para que así recibamos larga y nueva vida a tu lado. —habiendo dicho esto, el anciano cae rendido sobre sus rodillas.
—¡Bendito!, Cordero de los lomos, ¡José! —exclama, mientras lo alza Emmanuel—. ¡Hosanna mi alma!
El Gran Silencio que se extiende hasta hoy, inició en ese instante.

ARTURO MARTÍNEZ -México-

FRAGILIADAD


Estaba aturdida, la falta de comida y agua hacían estragos en su cuerpo y en su mente; el miedo invadía cada poro, cada arteria y hacía eco en cada latido como tambor que anuncia el desenlace final.
Y lloro, lloro sin lágrimas, lloro hacia adentro sintiendo la sal que quemaba sus venas y que traspiraba, arrancando a su paso lo que le parecían pedazos de piel mientras sentía como se erizaba cada centímetro de su cuerpo.
Se arrellanó en la cama contrayéndose en posición fetal, su boca tenía un saber acre, a metal oxidado y sus labios se pegaban por la sed extrema. Se sentía impotente, vulnerable, pisoteada, denigrada…y sola, profundamente sola…y se hundía cada vez más en la inconciencia…
De donde fue arrancada por el estruendo de una patada en la puerta de entrada que estallo en pedazos…el tiempo se detuvo y los segundos pasaron en cámara lenta, las astillas de madera volaron por el aire y apenas alcanzo a incorporarse unos centímetros; su mente trastornada intentaba comprender que sucedía, cuando los vio frente a ella.
El más absoluto terror por tantos días albergado repto de su estómago a su pecho arañando su esófago a su paso y una bocanada de nauseabundo olor que saturo su boca y salió por su nariz, precedió la entrada de los 3 hombres que le apuntaban. Pero no vio sus armas, con las pupilas dilatadas su mirada estaba fija en los ojos simiescos y la sonrisa torcida de quien, ahora sabia, le apodaban “Las chanclas”. Sintió un vértigo estomacal, su onda expansiva se extendió a todo el cuerpo y una fría sensación lacero su pecho…Si, era tal como le recordaba, como tantas noches los dedos descarnados del miedo y el asco le habían dibujado en su mente; con tanta precisión que habían quedado tatuados en sus recuerdos.
Un escurrimiento frio le recorrió la columna y erizo su pelo que podría jurar que se blanqueó en ese mismo momento…le vio avanzar hacia ella y el más absoluto terror le hizo encogerse, achicarse, sus rodillas tocaron su pecho y cerró los ojos con fuerza. Un sonido estridente, como matraca, taladro sus oídos; su vista se nublo …y soltó la orilla de la conciencia dejándose caer en el abismo, el hoyo negro que tragaba todo el miedo y el dolor en la más completa fragilidad y soledad del ser.
Se sintió liviana, incorpórea, girando, girando, negro, profundo…y desapareció…

ANA AYALA -México-

KI WUATEY


El tam tam va en un crescendo hipnótico. Baña su cuerpo la desesperación. No encuentra ninguna manera de escapar, solo distingue la punta brillante de obsidiana que se alza amenazante. En medio de la noche, un grito desgarrador. Despierta, la frente está empapada de sudor, lágrimas bañan su rostro, el cuerpo tiembla sin control.
Itala no puede desprenderse del sueño que altera su vida. Por la mañana, al estar tomando el desayuno para salir a trabajar, le cuenta a su esposo de la pesadilla recurrente. Él, le pide que deje de perder el tiempo con esa afición por los relatos fantasiosos.
Durante las juntas de trabajo, Itala de manera inconsciente comienza a garabatear su agenda, la llena de trazos incomprensibles. Manolo, su compañero, observa; y le pregunta qué significan los trazos. Ella le cuenta la pesadilla. Él se muestra interesado y le pregunta cuándo comenzó a tenerlos. Itala hace memoria. Descubre que fue a raíz de un viaje que hicieron a su pueblo natal; decidieron visitar un sitio arqueológico recién abierto al público llamado Tamtoc. Conforme se acercaron al lugar, comenzó a sentir cierto nerviosismo, su estómago se contraía, su corazón palpitaba con desasosiego, y sentía en la garganta un nudo inexplicable.
Al llegar, lo primero que observó fue la escultura de una mujer mutilada, yacente en una plancha de piedra. Surgió un llanto incontrolable.  Mientras el guía avanzaba y les narraba la historia del lugar, Itala caminaba atrás, con la sensación de reconocer el lugar, cada camino le parecía haberlo recorrido antes. Y hasta inclinarse para levantar unas piedras le pareció familiar.
Al adentrarse en la maleza, junto al rio, el guía señaló a lo alto, lo que ellos suponían era un mirador, invitándolos a subir. Ella se niega a hacerlo alegando cansancio, pero en realidad, estaba siendo presa del miedo. Mientras los demás subieron, Itala se recostó en el pasto. Recuerda haber dormido y soñar que aparecía un hombre mayor ataviado como los antiguos indígenas de ese lugar. Le dijo que era su padre, y expresaba felicidad porque estaba de vuelta en casa. Los gritos de su familia la despertaron y sin comentar nada emprendieron el viaje de regreso.
— ¿Sabes qué recuerdo?
—Dime
—Una voz profunda que gritaba ¡Ki wauatey! ¡Ki wuatey! No tengo idea que significa, pero la recuerdo con total claridad.
Al día siguiente, Manolo le comenta lo que ha investigado sobre el grito que recordaba en sueños.
—Es increíble, Itala; en Tenek la lengua de los huastecos Ki wuatey significa: “Pasen a la siguiente”.
Itala decidió buscar librarse de sus pesadillas y regresar a Tamtoc. Al llegar, siente que el viento la empuja hasta el pie del mirador, descubriendo entre la maleza, el paso hacia un desfiladero.
Sin saber qué la impulsa; replegándose a la pared, avanza paso a paso. El camino parecía estar a la medida de sus pies. Siguió avanzando sin saber a dónde. Sentía que el corazón le estallaba, como el tam tam que escuchaba en sus pesadillas. Al llegar a un hueco cubierto de hierba cavado en la pared, descubre un trono de piedra, que los antiguos habitantes construyeron, para que el monarca contemplara desde ahí la planicie, donde se ejecutaban los sacrificios humanos.
Al sentarse en él, comenzó a escuchar un rumor lejano que se fue convirtiendo en un torrente de gritos ensordecedores. Sintió que su mente se nublaba y sólo percibía una luz a lo alto, que reflejaba el brillo de un puñal alzándose sobre su cabeza.
Itala intenta gritar, levantarse, pero manos rudas la aprisionan. Durante un segundo el puñal se detiene y cae sobre ella atravesándole el corazón. Lo último que percibe mientras caen en un abismo de oscuridad, es la obsidiana que se alza sangrante y la voz del sacerdote que ordena ¡ki wuatey!

ALICIA LEONOR -México-

TUS SENOS PERFUMAN


Tus senos perfuman
mis manos y mis labios,
y aletean como palomas
demorándose en el viento.

Victor Diaz Goris

SI NO ACEPTAS


Si no aceptas tus incapacidades y arrogancia, deja que el fulgor de las virtudes de los demás, iluminen tus pensamientos.

José Manuel Quintero Rojas


AL DESPEDIRTE


Al despedirte
hazlo en la mañana
todos esperan irse
a medianoche
cuando canta el gallo
hazlo tú al amanecer
cuando el sol pone
las sombras largas
las plantas se ven radiantes
y las espigas doradas
si miras al astro rey
cegará tu mirada
y así solo verás
la luz de la mañana
si volteas tu cuerpo
tu sombra será más grande
y entrarás a un nuevo mundo
con una estatura inmensa
eso si agáchate para entrar
así no veas la puerta
para ingresar a lo que te espera
la humildad es necesaria
cuando seas ya
un huésped bien recibido
sírvete de los alimentos
que ofrece la casa
manifiesta tu agradecimiento
con sonrisa de satisfacción
por lo que ingresa a ser
parte de tu cuerpo
luego sin apurarlo
fíjate que de ahora en adelante
serás no solo un miembro nuevo
serás un órgano más en la casa
esa que ingresaste por la puerta
y no por la ventana
tu habitación no será de un rey
compórtate como un siervo
y te verán como monarca
cuando ingreses a la vida
si sigues estas pequeñas normas
serás el emperador
de tu propia existencia

Gonzalo Suárez

UNA SONRISA


La imagen puede contener: una persona, sonriendo, texto que dice ""Una sonrisa cuesta menos que la electricidad. Pero da más luz'"

Compartido por Diosma Patricia Davis

miércoles, 22 de enero de 2020

ERES


Eres la ilusión
plasmado en mi corazón.
La razón de mi sonrisa.
Sutil aroma
de mi respiración.

Eres mi felicidad sin fronteras,
sin ataduras ni cadenas.
La dicha no esperada,
aniquilando mis penas.

Flor de mi primavera,
milagro del que espera.
Eres compasión divina,
piadoso regalo de Dios.

Delfín Giraldo -Perú-

DIMENSIONES


Dimensiones sobre las cenizas que enlazan un pétalo desprevenido...
Miradas inundadas que no se asemejan a la más mínima realidad...
Algún recordatorio mal estacionado quizás lanzándose a enfrascarse y luego sucumbir...
Notables silencios que solo aparecen al favorecer una coalición...
Y tal vez una magia que espera con desespero hacia una mesura tratando de alumbrar.

Allis Albary Monsalve Monsalve

AMOR VESTIDO DE ESPERANZA


No sé si muerdo la sed
del esquizoide, o te regalo mis ojos/

Camino a unísono,
deleitada entre fuentes vivas,
me ato al mundo con un hilo imaginario…

Allá en algún lugar,
esta la flor, que es mi mirada de luz/

Mientras me quiebro como espejo
Contra el corazón de un sol invisible…

Beso su boca,
abrazo un suspiro,
que no sabe donde perdí la memoria/
Amor vestido de esperanza,
el poema nunca deja de latir

Graciela Villaverde

HOY QUISE DECIRTE


PARA ANGIE

Que tus abrazos siguen teniendo el mismo aroma a vainilla blanca que tenían la primera vez que nos acercamos, que tu boca sigue siendo la razón por la que mis labios existen, que tu piel continúa siendo el sendero que mi alma no se cansa de recorrer. Hoy quise decirte, simplemente, que te amo.

VÍCTOR DÍAZ GORIS

EL MIEDO A LA LIBERTAD


"El análisis científico confirma -sobre el plano psicológico y sociológico- lo que los estudiosos han afirmado una y otra vez:

Las dictaduras de todo tipo, entre ellas el fascismo, el totalitarismo, las oligarquías, etc..., largo, en sus expresiones políticas de dominio y más, son el miedo a la libertad y gobernarse uno mismo. Este no es un fenómeno accidental o de una época o momento de un país determinado, sino la manifestación de una crisis profunda que abarca los orígenes y cimientos mismos de nuestra civilización en su organización, instituciones y sus culturas.

Es el resultado de contradicciones que amenazan destruir, no solo la cultura occidental, sino a la humanidad misma. Eliminar el peligro de las dictaduras, del fascismo u otras, significa suprimir aquellas contradicciones en su doble aspecto: estructural y psicológico, eliminar privilegios absurdos".

El fin de la guerra nunca termina este peligro: Solo se han abierto un paréntesis que puede ser aprovechado para llevar a cabo esta obra, pero hasta tanto la estructura individual y lo psico-social, con sus aspectos psicológicos y morales correlativos de la formación de la personalidad del individuo por el entorno social, permanezcan invariados, la amenaza de nuevas servidumbres no habrán desaparecido." Fin de la cita.

Nos interesa aquí, la expansión de la democracia, bien diseñada y practicada, con transparencia e imparcialidad, no una fachada. Con la capacidad de autogobierno elegido por sus ciudadanos, con sus diferentes poderes elegidos y cada uno con sobrada autonomía.
Con aptitudes y decisiones racionales en aquellas esferas en las cuales, en tiempos pasados, dominaba la tradición, la costumbre, el prestigio o la fuerza de una autoridad supuesta.

Ello significa que la democracia puede subsistir solamente si se logra un fortalecimiento y una expansión con principios universales, una personalidad Ethica y derechos humanos de los individuos, que los haga independientes de dominios extraños y dueños de una voluntad, un pensamiento general y una información auténticamente verdadera y nada maquiavélica. En su dimensión psicológica, la crisis afecta justamente a la formación de la personalidad humana.

Antonio J. Rivas M. 

LA AUSENCIA


La ausencia embebida de ocres
habita la mirada de un verso perdido.
Dadme esa hoja sin rama,
que no la apriete el atardecer,
en mis pasos el instante es suyo.

Consuelo Jiménez

UN BRINDIS BAJO EL SOL


"Tal vez la muerte
sea un acto de amor.
Tal vez, tal vez ..." -Antonio Ramos-.

Un corazón se cuelga un parapente
y brinda al sol -el viejo dios albino
que dibuja en la cresta del poniente
su roja faz- ¡la suerte del presente!:

"Por el sol y por Dios -el gran ausente-,
que dan vida a la luna -remolino
y escupidera de sueños, ¡fuente
de amor!"-. Y luego, sigue su camino

y adiós. Será loco, será ignorante
-pensé-: a quién se le ocurre tal pecado,
brindarle a un dios -tirarle al rostro el guante-

y, tras dejar a medias su faena,
creer que dios lo ha santificado
¡sin derramar su sangre por la arena!

Antonio Ramos -ESPAÑA-

MIENTRAS HAYAN


Mientras hayan personas que se revistan de dignidad, ética y buenos principios, jamás un gobierno jugará con su humildad.

José Manuel Quintero Rojas

LA MESA ESTÁ SERVIDA


Hay una barca que silenciosamente
navega por todos los mares y ríos del mundo
cuando a tu puerto llegue embárcate
conocerás la luz y las noches de otras gentes
será el ancho mar que a todos nos rodea
el camino que te llevará al mundo
de los que buscan la verdad que se esconde
en cada comunidad de hombres
cuando llegue esa barca y te encuentres
que aun sin saber los miles de idiomas
a todos entenderás en sus ojos
y todos mirándote te dirán
quédate la mesa está servida
acompáñanos tu asiento espera

Gonzalo Suárez

POETAS ROMÁNTICOS INGLESES: CANTO XXXI


No fue creado para la soga
gregaria ni para la cera del ritual.
Tampoco para la horma niveladora
de la zapatería de este siglo,
falacia engañosa en un zoco
de verborrea manida
y por completo estéril.
No apareció en el mundo para el tiro
del forzado trabajo
ni, en consecuencia, del árido deber.
Altivo con los soberbios,
sube a las altas almenas
de su castillo independiente,
se distancia en desdeñoso silencio
o monta el caballo alado
de la poesía. Explorador
de innumerables selvas en los sueños.
Albatros indómito
bajo las nubes marinas de la libertad.
Sin embargo es humilde
para Ti, supremo don de su vida,
y postrado no deja
de adorarte, escabel
de tu trono, ramo ofrecido
como el más miserable
de los peregrinos
y el más dispuesto también
a darte todo lo que atesora.
La veta principal del diamante
se halla sumida en la profunda
carne de la tierra
y el lago cuyas aguas
exceden la medida de la pureza
reposa recluido
en la oscuridad de su gruta...
Como a ellos, tampoco es fácil
llegar al corazón del poeta,
aunque si tú lo buscas
puedes estar segura de ganarlo.

RAFAEL SIMARRO -Ciudad Real-


TEMO


Temo
Que tu recuerdo se evapore

Temo
Que ya no te sienta dentro

Temo
Perderte en la distancia

Temo
Olvidarte en el tiempo

Pablo Manrique Yebra -España-

LIVE TOGETHER!


O youth!
Here's conflict , there's conflict
can we imagine world peace?
Mystic soul, hungry for mankind
O man of war! O man of machine!
Why do we invite world war?
Oh nuclear weapons! Wounds of words!
Everyone, busy to get fame
forget real aim
Come, live together
Prepare culture of love, culture of peace
forget caste, forget creed
It's universal need
Mistrust between nations
kill humanity, integrity passion
O God! bless us wisdom, bless us peace

ASHOK KUMAR -INDIA-


martes, 21 de enero de 2020

LA TERNURA FAMILIAR


Dame de tu digno calor,
de tu ternura e inocencia,
y yo te daré de mi amor
bajo toda la inclemencia,

eres de mi cielo la esencia,
la que derrama su esplendor,
porque tu indefensa conciencia
da, lo puro, y lo encantador.

Ten de mis brazos mi cariño,
mi amor, y cuido de hermana,
porque no solo eres un niño,

eres la unidad y alegría,
la que despierta la mañana,
por ser los cantares del día.

José Manuel Quintero Rojas

UN VERSO VELADO


Un verso velado aúlla
en el costado del muro,
es el verbo que sabe a dolor.

CONSUELO JIMÉNEZ

OJALÁ QUE UN DÍA


a mi pueblo

Ojalá que un día
en lluvia de azúcar caigan los sueños
que acunan las manos de la esperanza.

Ojalá que un día
una lluvia de caricias disuelva el dolor en ternura.
En las espigas de trigo crezca la justicia
y paguen su culpa los mercenarios del hambre
se cultive el amor y se coseche en el pan de cada día.

Ojalá que una lluvia de equidad
arrase las malezas del espanto
en las que se pierden y mueren tiernos retoños.
Caiga una lluvia de azúcar como maná en el desierto
alimente el espíritu mantenga las fuerzas
salpique gotas de mansa locura, moje de coraje y rebeldes
ideales para impedir que los racionales evaporen los sueños
del pueblo que sigue la lucha y no cae vencido.

Ojalá que un día
bajo una lluvia de azúcar cantemos alegres
festejemos juntos el logro de disfrutar el don de la vida.
Entonces, proyectar todo de nuevo
defender la verdad y combatir la mentira
de los que el mundo dominan.

De libro Musas, lamentos y escrituras de Victoria Estela Servidio -Argentina-