miércoles, 29 de enero de 2020
TEPETOTOTL
Charla de café con un conductor
Por Fernando Hernández Flores
Hace unos días, recibí una llamada al celular. La persona que se comunicó conmigo, se escuchaba que era un adulto mayor. Me invitó a tomarme un café con él al otro día, a las ocho de las noche en un lugar céntrico y antiguo de la ciudad. Por supuesto que acudí y me encontré con el señor. Traía un traje negro muy distinto de lo común, pero se conservaba pulcro y se dirigía de manera educada. Ambos nos sentamos, cada quien en una silla, rodeando una pequeña mesa redonda.
El señor pidió un café cargado y yo un café lechero. Me dijo que se llamaba Tomás Ortiz Morales, que de cariño su familia lo nombraba Tomasito. Últimamente, él se había dado cuenta que yo tenía amistad con su hija Charito y su esposo Gabriel. Don Tomasito los había escuchado hablar con tanta insistencia del paisano, por lo que decidió reunirse conmigo. Me contó con tanta emoción que su familia era lo mejor en el mundo y si volviera a nacer escogería de nuevo a su esposa Sarita, sus hijas e hijos, sus suegros, sus cuñados y todas las amistades con las que tuvo trato durante muchos años. Se sentía plenamente realizado y en paz porque su papel como padre, esposo y abuelo lo cumplió como Dios manda.
Don Tomás expresó que durante muchos años recorrió distintos lugares del estado de Veracruz y del país; y si la vida le hubiera alcanzado, lograría llegar a otros países del mundo en su camión, el “Águila del Viento”. Cuando escuché eso último, un leve escalofrío corrió por mi cuerpo; pero inmediatamente pensé, el señor está bromeando. Es así que, prosiguió con su charla tan nutritiva. Estar con un hombre sabio, un venerable abuelo es siempre enriquecedor.
Tomasito pidió una pieza de pan. En cambio, yo quise degustar el café con unas galletas xiqueñas. Pasaron las horas y empezaron acomodar en un rincón las mesas y las sillas, los trabajadores de ese café. Recuerdo muy bien que me invitó a la presentación del libro de su hija, que se realizará el día 31 de enero en la biblioteca Carlos Fuentes a las cuatro de la tarde, organizado por el Colectivo Café Literario. Por lo que, me solicitó que asistiera y le llevara por favor un mensaje a su hija Charito y a Gabriel. Él se disculpaba por no poder asistir personalmente, pero espiritualmente ahí estaría celebrando, ese gran logro de la familia. Su hija María del Rosario incursionaba como escritora y también señaló que a su pequeña ahora le gusta escribir poemas y cuentos. Con orgullo habló demasiado de Charito.
Como buen padre de familia me explicó que, desde muy pequeño lo movió la necesidad de trabajar, en su juventud las ganas de sacar adelante a su familia. Don Tomás Ortiz Morales siempre contó con el apoyo incondicional de su esposa, Sarita. Como todo ser humano tuvo altas, bajas, problemas, pero siempre con fe y esperanza como un águila que va emprendiendo el vuelo, teniendo el viento en su contra; pero sabedor de que llegará a un destino firme y seguro, donde hay enseñanzas y aprendizajes. ¡Qué mejor testimonio de vida, amor y trabajo, que “Relatos de un conductor! Esos relatos, son los viajes y experiencias de Don Tomás y quien se puso a escribir sobre su vida, fue Charito.
No obstante, se sentía muy emocionado porque su familia y ahora un público lector conocería y descubriría la vida de un conductor del volante, como él lo fue. De momento, me levanté de la mesa y fui al baño. Al regresar, no había nadie en la mesa. Sin embargo, sus palabras siguen en mi memoria: “el que ama su trabajo, lo disfruta para siempre.” Don Tomás nació el 21 de septiembre de 1928, por lo que tendría más de noventa años. Él se quedó con nosotros en el libro “Relatos de un conductor.” Paxkatkatsini (Gracias)
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