En cual constante sangre movediza
verter pudiera más que a otra ninguna,
si de mirarte se embriagó la luna
y ardiente el fuego declinó en ceniza.
En cual recodo, si ávida, indecisa,
no amar quisiste ni candela alguna
y al cervatillo de fugaz fortuna
le atropellaste con la luz sumisa.
En dónde, en qué y en quién mi desvarío
se desnudó y al enzarzarse el mío
al tuyo cuerpo en el tropel ardiente.
Nada fue en vano si a los leños dimos
la brasa que en el beso consumimos
por el beso en la brasa de tu frente.
Rodrigo Pesántez Roda -Ecuador-
Publicado en la revista Oriflama 30
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