Amaina el viento
y el silencio se mece
desnudo
las madres esperan…
Rotas, las tejas visten los áticos,
las hierbas se comen al musgo
y aquella sonrisa, marchita,
camina descalza,
sin rumbo
las abuelas esperan…
Vengo de una tierra vieja,
hablo con lengua dormida,
me asomo hasta esta hora nueva
y el polvo me acecha
escondido.
Las mujeres…
esperan.
Del libro Espontáneos de
Lola Estal
Publicado en Acantilados de papel
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