Cazaba ratones que te morías. Era sin duda el mejor. Por eso los ratones decidieron hacerle un homenaje.
“Respeto por el enemigo”, lo llaman.
A ambos lados de una alfombra roja, vitorearon al gato que, ufano, hierático e inmaculado avanzaba
sobre sus flexibles patas hacia el Rey de los ratones. Eran sinceros los aplausos, las reverencias. El mejor es el mejor, juegue en el equipo que juegue.
Al llegar ante el Rey, ya mayor, débil y con la vista cansada, el gato recibió una condecoración que jamás se había concedido a nadie de su especie. Los vítores fueron aún mayores, todos brindaron con leche. Sólo con leche.
El gato asomó los colmillos y clavó sus ojos en los del Rey. “Quisiera comer algo”, dijo, “¿qué me tenéis preparado?”. “Si queréis comer mierda, podéis. Si queréis comeros un ratón, tendréis que comerme a mí.”, dijo el Rey.
“¿A vos?” respondió el gato. “¿A un ratón viejo y correoso, habiendo tanta carne fresca entre qué elegir? ¿Estáis tan ciego que ya no sabéis quién soy?”
“Sí, sigo sabiendo quien sois, y no olvidaré jamás, viva un minuto o un año, quién erais. Como decís soy viejo y correoso, y casi ciego. Pero los demás ratones no sólo ven bien sino que oyen mejor que vos y que yo juntos. La condecoración que lleváis en el cuello, si os fijáis un poco, es un cascabel. ¿Veis que bien suena?
Comed mierda, de veras. Quizás no se os indigeste.
Aurelio Gutiérrez Cid (España)
Publicado en la revista digital Minatura 154
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