—Mañana, después de 51 días, podremos quitarle el vendaje. Estamos muy esperanzados con el resultado –el jefe de cirujanos se mostró entusiasmado. —Tranquila, Julia, pronto terminará todo.
Julia tenía 33 años de edad y una exitosa carrera como modelo mermada con el paso de los años.
En esta profesión, lo novedoso siempre resultaba vital para la supervivencia laboral en este oficio. Acostumbrada a un tren de vida elevado, se resistía a perderlo, por ello se ofreció voluntaria para la intervención sabedora de que si salía a bien miles de agencias se la sortearían. Nadie podría resistirse a la primera mujer con verdaderos ojos de gato. De todas las locas extravagancias que le ofrecieron para volver a destacar aquélla le pareció la más atractiva.
Adoraba los gatos. Por la mañana, Julia iba a renacer.
La noche parecía que no acababa nunca. Vueltas y vueltas en la cama acurrucándose entre las sábanas, pero Julia no conseguía dormir. Nada más el sol empezó a arañar las rendijas de la persiana de su habitación, el sueño se apoderó de su cuerpo. A las ocho la despertó una de las enfermeras, el
doctor iba a quitarle el vendaje. Unos instantes y la venda desapareció de los ojos de Julia. Cuando los abrió, todos quedaron admirados. Unos preciosos ojos felinos de color verde intenso iluminaban su cara. Se miró en el espejo y hasta a ella misma le costó reconocerse.
Tras unas pruebas, comprobaron que su visión era perfecta, incluso mejor que antes ya que ahora no iba a necesitar utilizar lentillas. Le dieron el alta y Julia se marchó a casa. De camino decidió pasar por casa de su agente. Éste, al verla, le aseguró que iban a volver a lloverle los contratos, que iba a concertar entrevistas con las más prestigiosas revistas. Sería famosa, la mujer gato. Pero Julia no se
sintió halagada, parecía como si no le importara ese mundo. Al llegar a casa, su gata, Mout, estaba esperándole. La acarició y le dio de comer. Mientras preparaba la cena, Mout maulló. Julia abrió la ventana y juntas salieron a explorar la noche, de tejado en tejado.
Lledó Martí Urrea (España) y
Carmen Rosa Signes Urrea (España)
Publicado en la revista digital Minatura 154
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