martes, 21 de febrero de 2017

LA PENA JONDA


Yo tengo pañuelos blancos
que ella lavó “pa” mis penas,
el que ahora a mí no me quiera,
sí que es “pa” mí una condena.
Arráncame, Dios, los ojos
no quiero “ve” a esta gitana,
que “m'ha” roto el corazón,
de vivir no siento gana.
Tienes un humor de perros,
lo sacas con quien más quieres,
y a quien no le das tus besos.
Has visto lo que yo siento;
pronto me pasa un “enfa'o”,
y tú en cambio, serraniya,
“tie's el perdón malograo”.
A la noche canto penas,
que es la única que escucha
en silencio mis duquelas.
Hace tiempo que no río,
tengo ganas de llorar,
estos sufrimientos míos
mi “vi'a” van a quebrar.

Mamaíta de mi “arma”,
tú que has “si'o” esposa también,
¿por un casual tú le has hecho
a mi padre padecer?.
En “vía” me estoy consumiendo
sin tener yo a la serrana
que me sirva de consuelo.
Dices que tela no tienes:
tú “ti'es” tela del telar
para parar siete trenes.
Siento envidia de los locos
cuando los veo sonreír.
Tú arrancaste de mis ojos
la alegría de vivir.
Pobre ¿quién no se equivoca
en este valle de penas?
Lo importante es levantarse
tras de una mala faena.

Y Dios te puso a mi vera,
creí sentirme en la gloria,
pero al cabo de unos años
los panes volvieron tortas.
Si veo un perro vagabundo
en él “retrata'o” me siento,
mi vida no tiene rumbo.
Qué malo es querer llorar
y no tener ni las fuerzas
para poderte arrancar.
La mujer te da la vida,
y con el paso del tiempo
otra mujer te la quita.
Momentito había
en que yo a mi mare le contara
lo que me hacías.
No quieres más que “jayares”.
“Mardito” y puerco “jurdó”,
no nos dio más que pesares.
No se me va de la mente
el que con menos dinero
mejor sería nuestra suerte.

Tú querías que te diera

cuatro paredes,
y hoy que tienes un palacio
mucho más quieres.
Yo me adolezco de mí
tanto como tú del perro.
¿Tú no “tie's” sangre en las venas
de ver lo que por ti siento?.
Quisiera este pobre siervo
el que a veces me trataras
como a tu maldito perro.
Si yo pudiera vivir
sin latirme el corazón
no tendría tantos tormentos
ni perdería la razón.

Manuel Cabrera (Sevilla)
Publicado en la revista Aldaba 32

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