Cíclope, pescador de sueños y filósofo. En su soledad cultivó el pastoreo. Sufría en silencio su ceguera y la torpeza de sus pasos. La ira que nació cuando Ulises y sus acompañantes le clavaron la estaca en su único ojo se había sosegado. A tientas, llenaba de agua el cuenco de sus manos para ofrecerla al cielo. Luego, tomaba puñados de arena que dejaba caer sobre los pies, las rodillas, el torso, hasta quedar completamente enterrado en la arena. Una ola en sus manos era todo el mar, un puñado de arena toda la tierra.
ÁLVARO QUINTERO MEJÍA -Colombia-
Publicado en Luz Cultural
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