Fue en Boston y en un “Hotel con Pastillas”.
Este era el titular del periódico que tenía sobre la mesa de mi despacho. Mi secretaria me lo dejaba allí todas las mañanas para que yo me enterara de las noticias más destacadas del día.
Apoyándome con las dos manos sobre el escritorio, me dejé caer sobre el sillón. Las piernas se me habían doblado temblorosas y de no ser por este apoyo, me hubiera caído al suelo.
Le avisé a mi secretaria por el interfono que no me pasara ninguna llamada.
Quería estar solo para serenarme y leer todo aquel artículo.
Mi mente me llevó a Boston. Hacia veinte años que yo había estado allí.
Recordé como celebraba con unos amigos el primer curso que me otorgaba la adjudicación de un proyecto para la construcción de un complejo residencial en las afueras de la ciudad.
Fue esa noche cuando conocí a Helen. Mis amigos habían invitado a algunas chicas para que nos alegraran más la noche.
Me gustó que me asignaran a Helen para que me acompañara. Desde el primer momento ella fue la que más me interesó entre todas las que allí estaban. No voy a describir lo que pasó aquella noche en el hotel. Las cosas sublimes que nos impactan y dejan huellas solo las entiende quien las ha vivido.
Helen fue una mujer extraordinaria, sorprendente, inigualable. No me importó que me hiciera cómplice en su afición a las tabletas. La secundé en todos sus vicios esa noche y otras muchas más, pues un lazo mágico nos fue entrelazando poco a poco. Esto duró mucho tiempo, hasta que un sentido
común y mis propios intereses, me hicieron reaccionar y fui alejándome poco a poco de ella en y de todo lo que era su mundo, entrando en otro donde fui abriéndome paso ascendiendo en la vida profesional que me brindaba el triunfo y la seguridad personal.
Me alejé de Helen, de Boston y de todo lo que allí existía. Me casé y fui feliz.
Logré borrar de mi vida todo aquel pasado. Ya no lo recordaba hasta que aquella mañana una noticia en la primera plana abrió mi herida:
“Una conocida prostituta llamada Helen se había suicidado con una dosis excesiva de pastillas, dejando una nota que decía: “ Sólo aquí fui feliz.”
Mª Manuela Septién Alfonso -España-
Publicado en la revista Oriflama 29
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