La gachí a la que quiero se llama Dulcinea. Tiene una mirada mortal y un beso letal, tiene también un
requete “mostr…” y... Pero, ¿qué pasa aquí? ¡Pírate, Sancho! No tienes nada que ver con este corto relato.
Bueno, vamos al grano.
En efecto, la tía a la que quiero se llama Dulcinea y vive en las postrimerías de un siglo cualquiera y
no tiene nada que ver con personajes
Cervantinos o…
Por la mañana está de profesora en la Facultad donde estudio; por la tarde está de gorrilla en el aparcamiento privativo de la facu y por la noche está de sepulturera en el Valle de los Caídos.
Vive en la tumba de sus padres porque, además de ser confortable, tampoco tiene que pagar el alquiler tan caro que uno paga en las grandes ciudades.
Su mejor amigo es un culebrón con el que, según dice la gente, tiene un flirt.
Pero, a mí me importa un pimiento lo que la gente dice/dijo pues ella perderá la frigidez conmigo.
Antes de terminar la narración de este ligue que creo que tendrá fortuna, me gustaría decir que tengo el corazón roto desde mi última desilusión amorosa. Es que los padres de mi querida Inés, que era una fantasma guapísima no querían entablar relaciones con los comunes mortales, de los que formo parte.
En definitiva, puedo decir que todo esto es la hostia.
Samir Karim (Portugal)
Publicado en la revista digital Minatura 153
No hay comentarios:
Publicar un comentario