martes, 3 de enero de 2017

CANTO XX


Brilla sin pausa, Sol mío, ahora
que se ha rasgado el velo de la noche,
y desliza tus suaves dedos amarillos
sobre mi deseante tez,
salida apenas de las profundas aguas
del sueño, pulsando sus ocultos
líquenes, sus lilas perezosas
aún, en este enclave cálido,
en este umbral indecible
en que el nuevo día se inaugura.
Mi pensamiento, igual que un pergamino,
recibe la escritura de tu nombre
y mis ojos, aunque no pueden
verte, ya te imaginan,
como ansiosas criaturas
que beben su leche de ti,
su gozo palpitante,
su serena pintura
con la que barnizar después
los contornos de todos los objetos.
Cuando cada latido te grite,
cuando no quede espuma de mis venas
que no levantes tú,
cuando tu claridad tome posesión
de mi aliento y la ciudadela
de mi ser haya sido invadida
por las tenaces huestes
de tu recuerdo, entonces
me pondré en pie
y seré otra vez el poeta que te ama.
¿Qué Providencia te llevó a mi sendero?
¿Quién mantiene y hace aumentar
este cotidiano milagro?
Sólo sé que tu pasión me impulsa,
que cualquiera de tus avatares
deja su estigma en mí,
que lo que siento es mayor
que todo cuanto pueda combatirlo,
que únicamente a ti te pertenece
y que vuelca, en mis odas,
la sagrada verdad de su primicia.

RAFAEL SIMARRO SÁNCHEZ -Ciudad Real-

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